El embajador británico en Madrid que cambió la historia de la arqueología

A lomos de un sonriente toro alado asirio y con cara de pocos amigos. Así retrató la revista satírica ‘Punch’ a Austen Henry Layard (1817-1894) a su llegada a Madrid en el siglo XIX. En la famosa caricatura, españoles de bandolero vitorean al astado con gritos de ‘bravo, toro’, sin prestar atención al descubridor de la legendaria ciudad de Nínive , que saluda con su sombrero. ‘ Don Layardos en Madrid ‘, como tituló la publicación británica la ilustración, reflejaba el descontento del famoso arqueólogo por el recibimiento que había tenido su designación como nuevo embajador del Reino Unido en España. Sin embargo, « cada vez es más difícil creer al quejoso Layard que llegó a Madrid en diciembre de 1869 lamentándose de que en este país nadie le conocía », escribe Jesusa Vega en el volumen III sobre ‘ La novela arqueológica o la ensoñación de la realidad ‘ dedicado a ‘ Austen Henry Layard y las antigüedades de Nínive ‘ (de descarga gratuita).En su juventud -y con la inestimable ayuda de su asistente de Mosul Hormuzd Rassam-, el aventurero inglés desenterró palacios y toros y leones alados monumentales en Nimrud, descubrió en Kuyunjik la buscada Nínive, capital del poderoso imperio asirio, y las primeras tablillas en escritura cuneiforme de la fabulosa Biblioteca de Asurbanipal . Los relatos sobre sus excavaciones se convirtieron en best-seller y la llegada de las colosales esculturas al Museo Británico causó sensación en la Inglaterra victoriana, donde Layard fue encumbrado como un héroe de la arqueología . Asiria se puso de moda en el Reino Unido y hasta se construyó un patio de Nínive en el Palacio de Cristal del parque londinense de Sydenham que, como la ciudad bíblica, sucumbió en un incendio en 1867. Vega, que investigó ‘La imagen de la arqueología en Gran Bretaña en el siglo XIX’ en el Warburg Institute de la Universidad de Londres en los años 90, da cuenta, apoyada con publicaciones de la época, de cómo se vivió el descubrimiento de Nínive en el Reino Unido. Y también en España, uno de los destinos de Layard tras abandonar la arqueología por la política y la diplomacia. Aunque las noticias de sus hallazgos asirios en el actual Irak llegaron aquí con cierto desfase y no alcanzaron la misma notoriedad que en el Reino Unido, la historiadora del arte y estudiosa de la cultura visual ha localizado en la prensa española referencias que se remontan a 1846. « No solo Layard les resultaría familiar a eruditos, anticuarios y estudiosos -el nombramiento como académico honorario de la (Real Academia de Bellas Artes) de San Fernando fue casi inmediato- sino también a políticos e interesados en Gran Bretaña y las cuestiones del Imperio, además de a buena parte del público lector de las revistas ilustradas », señala la investigadora.’Los palacios de Nínive restaurados’, litografáía en color anónima, en A.H. Layard, ‘The Monuments of Nineveh’En España aún prevalecía una imagen bíblica de Nínive, pero los periódicos habían informado de las excavaciones anteriores del francés Paul Émile Botta y de las andanzas de Layard, «alguna noticia se dio de por dónde fueron sus pasos: la presentación en el Royal Institute of British Architects de sus investigaciones; su partida hacia Constantinopla para iniciar la segunda campaña de excavaciones; la llegada de esculturas a Londres a bordo del buque Urania y su inmediata colocación en el Museo Británico ; la localización de todo tipo de objetos curiosos, como adornos de marfil, vasos de metal, copas y tazas ‘maravillosamente cincelados’ un lote completo que había sido ‘expedido a Inglaterra’; el hallazgo de utensilios de cocina y platos; y… claro está, la llegada de las colosales figuras a Londres », recuerda la historiadora del arte. También el hallazgo de las tabletas con inscripciones cuneiformes o la «maravilla moderna» del Palacio de Cristal de Sydenham, donde se reprodujeron fachadas y salas de palacios asirios, y su trágica destrucción tuvo su impacto en la prensa española. La investigadora recoge en su obra distintas intervenciones sobre Asiria de personalidades de la época e indica que las antigüedades de este antiguo imperio mesopotámico siguieron interesando después de que Layard abandonara la arqueología. Incluso la carrera diplomática que emprendió este «célebre descubridor de las ruinas de Nínive, joven intrépido y buen parlador» y «oráculo en todas las cuestiones de Oriente», como lo describían los periódicos, atrajo el interés español en la época. A Layard «le ocurriría lo que años después experimentaría Christian Andersen y es que no tuvo el recibimiento que esperaba », especula la historiadora. «Su ego se resentiría» por silencios como el de Vicente Vázquez Queipo, un destacado personaje de la España isabelina que no le nombró en un discurso sobre los progresos de la historia y sí citó, en cambio, a Henry Rawlinson o Botta. Su nombramiento como embajador, además, vino acompañado por cierta polémica en el Reino Unido porque los periódicos torys vieron favoritismo en su designación.Los famosos bailes del Salón VerdeLayard también asumió la representación diplomática en España con prevención y distancia. Testigo de la revolución de 1868 que destronó a Isabel II, así como de la proclamación de la república y la posterior restauración de la monarquía borbónica, Vega recuerda que el inglés se mostró renuente en un principio a presentar las credenciales al retornado Alfonso XII y no participó en ningún evento de bienvenida, aunque después suavizó su actitud y acabó socializando con la familia real.Tras su llegada en diciembre de 1869, el matrimonio Layard trasladó la legación británica a la calle Torija, cerca del Palacio Real, y la convirtió en un lugar aristocrático de referencia , famosa por el baile de los lunes en su Salón Verde . «La Embajada inglesa de la calle Torija tiene puesto muy señalado en la historia del Madrid aristocrático del siglo XIX», señaló este periódico en 1906 , recordando esas elegantes reuniones semanales.’Mesa para el banquete dado en honor del Príncipe de Gales en el Palacio de la Embajada británica’ La ilustración española y americanaVega recuerda que tanto el diplomático inglés como su esposa, Enid Evelyn Guest , cuentan en sus diarios su estancia en España. «Pronto -continúa la historiadora- el amante de las bellas artes y depredador Layard entró en acción y en el momento de la revolución se ocupó en comprar pinturas de Juan de Juanes . Bien es verdad que como ocurriera con Nínive, a la vez contribuyó a la apreciación del arte español en Inglaterra, con un interés especial en el ilusionismo pictórico de Velázquez».Enid, a quien en un principio disgustaba el arte español, se convirtió en una aficionada y participó plenamente en la vida artística madrileña. Visitaba los estudios de famosos artistas y trabó amistad con la hija de Federico Madrazo. Según destaca Vega, « fue muy activa la participación en la vida cultural y artística del matrimonio , hasta el punto de que en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871 figuraron los retratos de la pareja que había pintado Palmaroli, haciendo juego». En una xilografía publicada por ‘La Ilustración Española y Americana’ consta que ambos lienzos estuvieron colgados en el comedor de gala de la legación británica, aunque hoy solo se haya localizado el retrato de Enid que se conserva en el British Museum . «Es uno de los mejores que salieron de la mano del pintor español», sostiene Vega. En opinión del crítico Manuel Cañete (1822-1891), Layard fue en cambio retratado en actitud «más rebuscada y teatral de lo que conviniera, resultando por ello algo amanerada».Noticias Relacionadas estandar Si Un templo carpetano y un lagar romano afloran en las obras del AVE Sara Medialdea estandar Si Hallan un esqueleto enterrado con piedras para evitar que resucitara Rosalía SánchezEn este contexto emprendió Juan Valera su proyecto ‘Leyendas del Antiguo Oriente’ que, junto a las ‘Breves noticias del imperio de Asiria según los modernos descubrimientos’ publicadas por Francisco Caminero en 1878, ilustra esa « mezcla de sueño y realidad» con que se difundió el pasado asirio en la España de entonces. Aquí, sin embargo, la repercusión fue «muy diferente a los espectáculos visuales que dinamizaron a la sociedad londinense » pues Asiria y Layard llegaron a España «ya entretejidos a través de los escritos y de la presencia del propio aventurero». Layard abandonó Madrid en 1877 con destino a Constantinopla y al poco tiempo, el interés de los españoles se desplazó a otros temas e inquietudes.

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