Donde la Guerra es Herencia

Una vez más, la historia se repite. El este de la República Democrática del Congo (RDC) vuelve a ser escenario de violencia y sufrimiento. Desde el genocidio de Ruanda en 1994, cuando alrededor de 800.000 tutsis y hutus moderados fueron asesinados en apenas 100 días por extremistas hutus, la región no ha conocido la paz. La caída de Kigali en manos del Frente Patriótico Ruandés (FPR), liderado por Paul Kagame, puso fin a la masacre, pero no a las tensiones étnicas que siguen marcando el destino de los Grandes Lagos.Desde entonces, el conflicto entre tutsis y hutus ha servido de catalizador para una guerra interminable en el este del Congo. La región se ha convertido en un tablero de ajedrez donde milicias rivales justifican su violencia con la defensa de una u otra comunidad. En el epicentro de la crisis está el grupo rebelde M23, compuesto en su mayoría por tutsis congoleños y respaldado por el gobierno de Ruanda.Cuerpos sin vida yacen en las calles de Kiwanya tras la masacre de 2008, cuando los combates entre el CNDP y las fuerzas gubernamentales convirtieron esta comunidad en un campo de muerte. En medio del caos, los civiles quedaron atrapados sin posibilidad de huir, pagando el precio de una guerra que no les pertenecía. La escena, capturada entonces, sigue siendo un recordatorio de que en el este del Congo la violencia no es un episodio aislado, sino una constante que se repite con nombres distintos pero con las mismas víctimas Álvaro Ybarra ZavalaEl M23 no surgió de la nada. Es heredero directo del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP), un grupo armado liderado por Laurent Nkunda, un exoficial tutsi del ejército congoleño que se convirtió en una de las figuras más temidas y enigmáticas del conflicto. Nkunda, conocido por su discurso mesiánico y su autoproclamada misión de proteger a los tutsis en el este del Congo, dirigió el CNDP con una combinación de brutalidad y retórica salvacionista, justificando sus ataques como una lucha contra la discriminación de su comunidad.Su momento de mayor notoriedad llegó en 2008, cuando sus tropas lanzaron una ofensiva fulminante que los llevó hasta las puertas de Goma, la capital de Kivu del Norte. En una demostración de poder, el CNDP derrotó al ejército congoleño con facilidad, dejando a la ciudad al borde del colapso. Sin embargo, en lugar de ocupar Goma, Nkunda optó por una estrategia diferente: presionó a la comunidad internacional y negoció desde una posición de fuerza. La ofensiva desató una crisis humanitaria y diplomática, obligando a Naciones Unidas y a la región a intervenir.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Los últimos días de la pesca tradicional en Asturias noticia No Un viaje al corazón de la pesca que lucha por sobrevivir, en imágenes noticia Si Buscando a Florin y Axinia por los arrozalesPero su auge fue breve. En 2009, Ruanda, su principal aliado hasta entonces, le dio la espalda. En un giro inesperado, el ejército ruandés, en una operación conjunta con las fuerzas congoleñas, capturó a Nkunda en Ruanda y lo puso bajo arresto domiciliario, poniendo fin a su reinado militar. El CNDP fue desmantelado, pero sus combatientes fueron absorbidos por el ejército congoleño en un acuerdo frágil que solo postergó el conflicto.En 2012, un grupo de excombatientes del CNDP desertó del ejército congoleño, alegando el incumplimiento de los acuerdos de integración firmados en 2009. Se hicieron llamar Movimiento 23 de Marzo (M23), en referencia a la fecha en la que supuestamente Kinshasa debía haber cumplido con su promesa de reconocimiento y autonomía para los tutsis congoleños en Kivu del Norte. La historia volvió a repetirse: el M23, con el respaldo silencioso de Ruanda, lanzó una ofensiva fulminante y tomó Goma en noviembre de 2012, humillando una vez más a un ejército congoleño incapaz de contener su avance.Acusados de crímenes de guerra y violaciones masivas. En el este del Congo, la brutalidad contra la población civil ha sido una estrategia de guerra recurrente, donde la violencia sexual y las masacres se han convertido en armas para el control del territorio. Su captura es una rara excepción en un conflicto marcado por la impunidad, donde las víctimas siguen esperando justicia mientras la guerra sigue su curso. Álvaro Ybarra ZavalaLa ocupación de la ciudad solo duró once días, pero fue suficiente para dejar una marca indeleble en la memoria de la población y en la geopolítica regional. La presión internacional, encabezada por la ONU y la Comunidad de África del Este, obligó al M23 a retirarse, y en 2013 el grupo fue oficialmente derrotado tras una ofensiva del ejército congoleño respaldado por una fuerza especial de intervención de Naciones Unidas. Sus líderes huyeron a Ruanda y Uganda, y por casi una década el M23 desapareció del campo de batalla.Pero el conflicto nunca terminó realmente. En noviembre de 2021, el M23 resurgió de entre las sombras, mejor entrenado, mejor armado y con una capacidad de combate que sorprendió tanto a Kinshasa como a la comunidad internacional. En menos de dos años, el grupo ha logrado avances estratégicos significativos, tomando el control de vastos territorios en Kivu del Norte y acercándose peligrosamente, una vez más, a Goma.Con las manos cubiertas de barro y sudor, un minero ilegal excava en busca de coltán en las afueras de Goma, en el corazón de Kivu del Norte. Extraído en condiciones extremas y sin regulación, este mineral clave para la industria tecnológica global alimenta no solo el mercado negro, sino también la guerra. Grupos armados como el M23 han convertido la explotación minera en una de sus principales fuentes de financiamiento, controlando y saqueando estos yacimientos para sostener su lucha. En el este del Congo, la violencia y la riqueza mineral van de la mano, convirtiendo el subsuelo en la verdadera trinchera del conflicto Álvaro Ybarra ZavalaEn el centro de esta nueva ofensiva está Sultani Makenga, el comandante militar del M23, un veterano de las guerras del Congo que ya lideró la ofensiva de 2012. Makenga es un hombre de guerra, curtido en el combate y con conexiones directas con Kigali. A su lado, en la esfera política, Bertrand Bisimwa se ha convertido en la cara visible del movimiento, tratando de presentarlo como un actor legítimo en la inestable política de la región.Pero detrás de los discursos étnicos y las promesas de protección para los tutsis congoleños, la verdadera batalla no es por la identidad, sino por el control de los recursos. El este del Congo es una de las regiones más ricas del mundo en minerales estratégicos como el coltán, el oro y el cobalto, esenciales para la industria tecnológica global. Ruanda ha sido señalada en múltiples informes de la ONU por su participación en el saqueo de estos recursos, y el M23 no es más que una herramienta más en esta guerra silenciosa por el control del subsuelo congoleño.

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *