Algo se cuece en el Troca

Son los jueves, aunque bien podrían ser también los martes, lunes o domingos. Se petaría del mismo modo. Desde que Dioni Hernández Gil le echó el ojo, Mayte dejó de ser gafe para ser el lugar al que llegar cuando te pierdes. Se come de bien, como es habitual en sus garitos que bañan la Costa del Sol, regentados por almas libres que son sus tentáculos. Desde Yeyo Llagostera, el último de «los choris», al «enano» Miguel Muncharaz, Dioni se ha rodeado de personas de bien que controlan la noche y el día como si fueran la misma cosa. Cruzaron la línea del que gastaba al que cobraba, y han convertido en referente cada suelo que pisan, con una cocina de altura y una copa que se convierte en dos, tres y las que vengan, pues lo difícil no es llegar sino marcharse. Allí, en la plaza de los Delfines, como la dicen los gatos, el inmenso local que albergaba «puestas de largo» y naufragios empresariales es hoy un oasis en la prisa madrileña, un alto el fuego donde la bohemia y el duende montan unas juergas que son santo y seña de esta ciudad que no se acuesta hasta que revienta. Lo llaman «Ratitos del Tóbalo», y por allí han pasado desde El Cigala hasta Antonio Carmona, con sus hijas Marina y Lucía haciendo gigante el apellido de la casa, como maestros del tacón y las palmas, del quejío y la sevillana. Nombres de altura, como Israel Fernández, Piraña, el Paquete, Alba Molina, Pastora Soler, Paco Soto y un gran etcétera que están haciendo más flamenca a Madrid, si cabe, de tanto dar cobijo al duende y a la muleta. Y lo que un día fue el Candela, con su Miguelito mirando de reojo a quien bajaba a la cueva, es hoy el Trocadero.Noticia Relacionada estandar Si De perros, perras y perres Alfonso J. UssíaSe hace en un salón, a modo de escenario perfecto, cercano, un regalo que se puede tocar si estiras la mano. Un moderno festival ‘off’ que bebe del ya conocido Festival Trocadero Sotogrande, por el que han pasado todos los nombres que hacen grande al flamenco: Farruquito, Estrella Morente, José Mercé , Rancapino Chico o Miguel Poveda. Esta versión madrileña de aquello es algo que de improviso ha conquistado a toda la guapa gente madrileña, por decirlo en Umbral, y que repiten cada jueves porque saben que están asistiendo a una de esas cosas que marcan tendencia. Los artistas se sientan en sofás alrededor de una mesa y de pronto te parece estar sentado en el salón de tu propia casa. Y suena a gloria bendita con viajes al pasado más ortodoxo del cante jondo, hasta ‘jams’ que son ceremonias de una música que en Madrid suena distinta. Aparece Samara Losada, heredera del sonido Caño Roto, Sergio Bascuñana o el mismísimo Negri. Y fusionan estilos salpicándote cuando pronuncian las sílabas que hacen brillar esta música que es tan suya pero tan nuestra. Esa que hizo Madrid capital del calé, la de los cafés y los tablaos, la de la calle y la guasa, la gitanísima y flamenca que lleva siglos siendo la parada obligada de quienes quieren comerse el mundo sobre las tablas. Aunque ahora el tablao sea un cuarto de estar en el que todos se sienten como en Casa, así en mayúsculas.Lo que un día fue el Candela, con su Miguelito mirando de reojo a quien bajaba a la cueva, es hoy el TrocaderoDecía Enrique Morente que no quería aprender solfeo ni notas musicales porque entonces traicionaría al duende, que dejaría de ser espontáneo. También que «en el cante flamenco no hay maestros sino discípulos». Y eso parece ser lo que se cuece en el Troca Delfines. Hay un ambiente de juerga, pero también de respeto y devoción por lo que allí suena. Y cada jueves noche, el cartel de «no hay billetes» se cuelga sobre la puerta de acceso a este extraño paraje que ha robado el flamenco al centro de Madrid, para regalárselo a la zona de El Viso. Si tienen suerte, háganse con una reserva para el próximo jueves o el siguiente. Todo menos que luego se escuden en que no sabían lo que allí pasaba. Ya se lo hemos advertido en este Bajo cielo, que tiene en Madrid la excusa para seguir escribiendo.

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