Defensa, inversión en libertad
Antes o después, España tendrá que enfrentarse a sus responsabilidades internacionales en materia de defensa militar . El problema principal es que el objetivo de destinar el 2 por ciento del Producto Interior Bruto a los presupuestos militares ya se ha quedado obsoleto, según el secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Pedro Sánchez anunció en la Cumbre de la OTAN de 2022 que España llegaría a ese 2 por ciento en 2029. Sin embargo, la invasión de Ucrania por Rusia ha acentuado las urgencias por mejorar la capacidad de respuesta europeo porque desveló las carencias militares de una Europa muy acostumbrada al paraguas de Washington y a no mermar la financiación del costoso estado de bienestar construido tras la Segunda Guerra Mundial. La necesidad del rearme europeo es incuestionable, no para propiciar una escalada belicista temeraria, sino para que Europa adquiera una capacidad de defensa autónoma y eficaz. Las democracias no se defienden románticamente de sus enemigos por la bondad de sus principios. Deben contar con ejércitos que los disuadan o, llegado el caso, los derroten. En lo que afecta a España, el incremento de gasto en Defensa resulta improbable en los porcentajes que requiere la OTAN. Sería un error del Gobierno diluir su compromiso militar en la polémica con Trump, quien ha subido el listón del gasto europeo en defensa hasta el 5 por ciento. A España, es la OTAN, no Trump, quien la interpela en esta materia.Al margen de que España sigue con prórrogas de los Presupuestos del Estado para 2023, lo que impide una planificación sensata de grandes inversiones públicas, como las militares, nuestro país carece de una pedagogía política sobre sus necesidades de defensa. Del gasto en las Fuerzas Armadas se habla siempre con la boca pequeña, de tapadillo y casi pidiendo disculpas, como si fuera un gasto que socavara servicios ciudadanos, como la enseñanza o la sanidad, y alimentara posiciones militaristas. Es un prejuicio que lastra el debate público sobre la cuestión. La gran mayoría de los países europeos han abordado sus necesidades financieras en Defensa de manera más realista, con iniciativas de sus gobiernos a la hora de emplazar a los ciudadanos a asumir las nuevas realidades del continente. La invasión rusa de Ucrania ha encendido las alarmas de la memoria histórica de muchas naciones europeas. La agresión rusa no es un episodio ajeno a la seguridad colectiva europea, sino determinante de un cambio de paradigma en la percepción del gasto militar.A la falta de cultura en defensa nacional se une la ausencia, por parte del Gobierno de Sánchez, de una planificación sistematizada y estructurada de gasto militar. Al no existir una inversión progresiva, el objetivo del 2 por ciento en 2029 solo se hace viable con un incremento del gasto anual extraordinariamente alto. La proyección del Gobierno es que el presupuesto militar llegue al 1,12 por ciento en 2026; su incremento hasta el 2 por ciento en 2029 exigirá unos costes muy elevados que se habrían podido evitar. Por otro lado, tampoco se hace hincapié ante la opinión pública en la generación de los beneficios que produce en la economía nacional un aumento del gasto en defensa. Son evidentes los impulsos a la investigación y desarrollo, a la industrialización y a la cualificación de personal civil y militar. También es evidente que el esfuerzo en defensa mejora la posición internacional de los Estados que lo asumen. Se trata, por tanto, de una política de Estado, en sentido estricto, y que merecería un acuerdo político y económico a largo plazo entre el Gobierno y la oposición.