Pseudomedios

En estos días me alegro enormemente de escribir en un diario que es un medio, medio. Y utilizo adrede la reduplicación para enfatizar el significado de la palabra y, sobre todo, para expresar que se trata de un medio de comunicación de los de verdad. Me satisface porque, según parece, hay peligro de ser considerado un pseudomedio , quien lo dirige un pseudodirector y yo una pseudocolumnista que los viernes vierte sus pseudopiniones en su pseudocolumna. ¡Cómo les gusta a algunos inventar palabras! Y estas pertenecen al nuevo diccionario de la denominada «política mediática», en el que también figuran nuevas acepciones de palabras como fango o bulo, del ‘plan de regeneración democrática’ aprobado esta semana. Noticia Relacionada VER Y MIRAR opinion Si Álvaro o la ternura María Amor Martín A la puerta de la guardería, está a punto de enfrentarse a una de las proezas más desafiantes de su vidaEl nombre sin duda le viene grande y me recuerda lo que decía la incisiva ironía de Don Francisco de Quevedo, «en resumen, no solo las cosas no son lo que parecen, ¡ni siquiera son como las llaman!». Inquieta que el plan se centre en medidas de control de los medios -ninguno de ellos se opone al Reglamento aprobado por la Unión Europea -, que han de conservar su independencia y disfrutar de su definitoria libertad de expresión para realizar la función que le es propia, la de informar verazmente y para quien se exceda, están los tribunales . Son los lectores, también en el ejercicio de su libertad, los que valoran la información y eligen dónde obtenerla, nadie más debe arrogarse ese poder y menos aún considerar o no, financiar o no, unos medios u otros según qué intereses. Siempre ha sido así y me temo que lo seguirá siendo, porque las palabras no son inocentes. Según cuáles se alíen pueden funcionar como armas poderosas , falaces, incómodas, belicosas, letales, salvadoras, seductoras o amantes. Los medios informan, enseñan, difunden, advierten, despiertan, inquietan. Cuando no se admite la disidencia, la palabra alzada que se opone valiente a lo establecido corre peligrosas suertes, que la convierten en palabra robada y omitida, palabra censurada, silenciada o, incluso, prohibida. Parece que para algunos «la palabra es tan libre que da pánico/ divulga los secretos sin aviso/ y ya que la palabra besa y muerde/ mejor la devolvemos al futuro» -dice Benedetti . Ahora la queremos libre en el presente.

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