Volver, crecer
Los niños que estos días han vuelto al colegio con la ilusión intacta y los ojos abiertos todavía no son capaces de contarlo, pero están felices porque llevan algo dentro que les dice que la dicha no está en el juego, el tiempo que se malgasta en la intrascendencia y la voladura de la disciplina del verano . Están hechos para aprender, para empezar a mirar el mundo con los ojos de lo nuevo y para preguntarse sobre las reglas que lo hacen funcionar. Por eso no dejan de martillear a sus padres con preguntas para las que no siempre hay respuesta: el viejo mono saltó a la humanidad en el momento en que se cuestionó lo que tenía alrededor y empezó a utilizar herramientas para cambiarlo , para adaptarse y para resistir a lo que parecían castigos del cielo.Noticia Relacionada La Graílla opinion Si Liberalismo fluido Luis Miranda Dicen que las viviendas turísticas son un hábito nocivo que hay que regular, pero cuando ellos ya están dentroNo existe fuera de los tebeos el tópico del niño que querría ver ardiendo su clase: aunque vuelvan cansados de las cinco horas y de un esfuerzo del que parecían haberse olvidado han pasado de barbecho yermo a tierra feraz de cultivo que al cabo de un tiempo dará frutos que no serán de consumo, sino de búsqueda. El conocimiento llamará a nuevas preguntas; la cultura , a buscar otros libros; el experimento a cambiar algo para comprobar sus efectos. Sus padres no están felices por librarse de ellos. Si algo se les ha hecho largo no ha sido el tiempo compartido, sino el perdido. Terminaron las horas pasivas de sofá , el final de la inventiva y de los planes y la televisión , al final de todo, como algo contrario a la escuela y el aprendizaje por enviar el mensaje triturado en que no hay que hacer otro esfuerzo que darle a un botón, mirar y deglutir sin pensar ni rechistar demasiado .El padre que desde hace mucho es consciente de que no puede aprender tanto como antes mira a los chicos que están en la fila y al cabo piensa que aquellos libros de Senda con personajes que contaban una historia para todo el curso, la insistencia en las reglas aritméticas y el conocimiento del cuerpo humano en murales y dibujos cuando la cabeza ni se atrevía a pensar en el interior llenaron días felices y pusieron cimientos para aprender y divertirse en los años que luego vendrían.Los más afortunados habrán disfrutado el verano de la enseñanza práctica que no siempre se puede dar en clase y que se completa: la meseta que no se comprende hasta que no se pasa Despeñaperros , la austeridad seca y deslumbrante del románico o hasta el ir y venir de las mareas borrando las huellas que quedan en las puestas de sol incomparables del Atlántico andaluz. De esa emoción a la que ellos todavía no son capaces de poner argumento tienen que aprender los que en este tiempo se quieren sacudir la maldición del trabajo y los que se sienten más fatigados de lo que recordaron. Cuando les falte, aunque sea en la retirada feliz del deber cumplido, los afortunados que hacen lo que les gusta echarán de menos también el tiempo en que entre queja y gruñido sabían que aunque ya tuvieran canas regresaban para seguir creciendo .