La emoción popular que venció al riesgo artístico

Desde el nacimiento de los Goya, como también ocurre en los Oscar, no pocas veces su premio final ha estado basado en la dicotomía entre el sólido cine popular que agrada a todos, y el ímpetu del cine artístico que, por su complejidad narrativa, no alcanza el corazón de una parte de los espectadores ni de los votantes. Cómo no recordar los galardones a la mejor película para La sociedad de la nieve en detrimento de Cerrar los ojos; de Vivir es fácil con los ojos cerrados frente a Caníbal, y, el más exagerado, el de Campeones frente a El reino y Entre dos aguas. Y aunque también se hayan dado los casos contrarios, como el sorpresón del triunfo de La soledad (apenas tres goyas, por siete de El orfanato), en esta gala de 2025 ha vuelto a ocurrir. Las más creativas, novedosas y arriesgadas en lo artístico eran Segundo premio y La estrella azul. Sin embargo, la victoria ha sido de las mayorías, de la caricia, de la equidad social, de una historia que a todos nos afecta, del pinchazo de emoción un tanto subrayado pero incuestionable. Goya a la mejor película para El 47, ‘ex aequo’ con La infiltrada. Manolo Vital, el ya célebre inspirador de la primera, nos ha gritado: “¡Señores!, ¿y esto qué es?”.

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