Y lo llaman progresismo

Al nacionalismo vasco y sobre todo al catalán hay que reconocerles una posición xenófoba coherente. Durante algún tiempo prefirieron inmigrantes extranjeros a españoles –Pujol lo justificaba por criterios de adaptabilidad lingüística– pero ahora los han equiparado en rechazo al ver que en muchos barrios crece la disconformidad social con la proliferación de africanos. Los dos diputados autonómicos de Silvia Orriols y cierta transferencia de voto hacia Vox en algunas comarcas han encendido la luz de alarma y provocado la reclamación del control de fronteras para velar por la pureza de sangre catalana mediante el establecimiento de barreras de entrada. El sentimiento excluyente, el diferencialismo de siempre, es la cuestión de fondo que empuja al PNV y Junts a reivindicar una política migratoria propia frente al resto de España. Una nueva parcela de soberanía territorial bajo la coartada de la inquietud popular por los problemas de convivencia ciudadana.El reparto de los menores que saturan Canarias ha puesto a prueba el sedicente progresismo del Gobierno. Y como de costumbre ha cedido a la presión de los aliados que necesita para llevar la legislatura a término. Creatividad semántica no le falta desde luego para inventarse un concepto nuevo, el del «esfuerzo previo de acogida», con el que disfrazar el empeño de mantener a Cataluña y el País Vasco exentos de su cuota en el prorrateo. Derecho reservado de admisión en virtud de unos pocos pero decisivos escaños en el Congreso. Que se hagan cargo las comunidades del PP, y de paso la Castilla-La Mancha para que Page aprenda a ejercer de verso suelto. Y cuando los servicios canarios vuelvan a colapsar, que será dentro de poco tiempo, ya veremos. Los problemas de mañana, mañana: hoy lo que importa es el momento, la negociación de los Presupuestos, el apoyo a la ‘ley Begoña’, la reducción de jornada y los decretos amenazados de bloqueo. Algún espíritu ingenuo podrá preguntarse qué opinan los votantes socialistas, teóricamente partidarios de la solidaridad con esos desheredados capaces de jugarse la vida en una arriesgada travesía marina. Respuesta sencilla: les toca tragar como tragaron con el pacto con Bildu o con la amnistía y como tragarán con el concierto fiscal cuando su líder así lo decida. Aceptarán cualquier chantaje bajo el argumento de que peor es la alternativa, y se convencerán a sí mismos de que el credo progresista implica una cierta dosis de flexibilidad política. Ése es el gran éxito del sanchismo , la asombrosa disciplina con que sus seguidores toleran la continua traición a los principios. El miedo/odio a la derecha los cohesiona y los vuelve impermeables incluso a la desigualdad, los privilegios y el particularismo. Pero cuando se consume este tejemaneje indigno serán cómplices morales de la intransigencia nacionalista con un grupo de náufragos en busca de cobijo.

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *