Colas, broncas y vidrios rotos por una cajetilla de tabaco en 1920

Ahora que desde los gobiernos se promueven auténticas campañas antitabaco, después de décadas en que se promocionaba su consumo con potentes campañas de publicidad, es bueno echar la vista atrás y recordar que, en otras épocas, esto de fumar no estaba tampoco nada fácil. De hecho, hubo momentos en la historia de la ciudad en que conseguir una cajetilla fue motivo de colas, broncas y rotura de cristales de más de un estanco.Empezaba el año 1920 y lo hacía con una flagrante escasez de tabaco en Madrid. Era todo un espectáculo ver a los guardias de orden público ordenando el tumulto de los fumadores que formaban colas a las puertas de los estancos, intentando conseguir cajetillas o un paquete de picadura. A veces no obtenían más que una mínima parte de lo que habían entrado a buscar, eso después de mucho tiempo de espera.«Si no hubieran dado a cada uno de los reclamantes una porción, pequeña, ya que era imposible otra cosa, de la gran porquería maloliente, se hubiera producido un motín, o mejor, tantos motines como estancos», señalaba el cronista, que se dio de bruces con esta situación. La escasez generaba tensión, y en ocasiones esta terminaba en violencia, cristales rotos, puertas apedreadas y género sustraído.Noticia Relacionada estandar Si El eclipse de Sol que siguieron los madrileños en 1905 con cristales ahumados Sara Medialdea Miles de vecinos se echaron a las calles o subieron a azoteas y cerrillos para observar el fenómenoDe hecho, habla la prensa de estancos que, «ante la avalancha de clientes desesperados, se vieron obligados a vender las cajetillas por la ventana para prevenir incidentes». Y en más de una ocasión tuvieron que acudir las fuerzas del orden a las puertas de los negocios.Colas se veían en la Puerta del Sol, en la calle de Preciados, en la de Alcalá, y en otros muchos puntos. En los periódicos las culpas se apuntaban en varias direcciones: decía ABC el 16 de enero de 1920 que «los negritos de Virginia han declarado el sabotaje; los cargadores de Houston piden aumento de jornal; están en huelga los constructores de fardos; también huelga los litógrafos que hacen los precintos; los obreros de las fábricas de papel no aceptan las condiciones propuestas y siguen parados; las cigarreras, un día trabajan y otro día prefieren apedrear la fábrica». «Ante la avalancha de clientes desesperados, se vieron obligados a vender las cajetillas por la ventana para prevenir incidentes»Tal vez por estas estrecheces, se daba en aquel gélido invierno madrileño de 1920 una circunstancia curiosa: no había ni una colilla por las calles. Y no era por la brillante gestión municipal de los servicios de limpieza, sino resultado de lo que ahora sería un ejemplo de economía colaborativa. Y es que, como escribía Wenceslao Fernández Flórez en ABC el 26 de enero de aquel año, «arroja usted la punta de un cigarro por encima del hombro, se vuelve a mirar y ya no la ve. Antes de llegar al suelo, unas manos ávidas las han recogido».Cientos de hombres hacen cola ante un estanco madrileño para conseguir tabaco, en enero de 1920 julio luqueAlertaba el escritor en su crónica que por la falta de tabaco «es muy posible que estalle un motín, como estalló cuando Esquilache por la prohibición del uso del chambergo y la capa». Y a continuación practicaba ese deporte tan español de criticar al político en el poder: en este caso, al presidente Manuel Allendesalazar, al que culpaba de la situación por la que se quedaban sin poder fumar tantos ciudadanos. Se maliciaba el escrito que el político le hubiera tomado inquina al tabaco a raíz de que, en el Congreso, cuando él iba a intervenir, «todos sus compañeros aprovechaban para salir a fumarse un cigarro».MÁS INFORMACIÓN La otra ‘Filomena’, el temporal de nieve que bloqueó Madrid en 1914 El primer ‘aparcamiento’ de Madrid, que va a cumplir cien añosFernández Flórez se permitía también hacer mofa del asunto acudiendo a las matemáticas: «Suponiendo que la mitad de los españoles fume, son 12 millones de seres que todos los días pierden una hora yendo a los estancos. La suma de estas horas representa 500.000 días. La suma de estos días, más de 16.000 meses. Y la suma de esos meses, más de 1.300 años».

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