Ese palacete parisino es mío

Del mismo modo que a Flaubert se le atribuye aquella frase apócrifa («Madame Bovary, c’est moi») que compendia la extrema e intimísima identificación del escritor con sus personajes, yo también puedo expresar el vínculo entrañado del escritor con los escenarios donde transcurren sus ficciones proclamando: «L’hôtel particulier de l’avenue Marceau, c’est à moi». ¿Cómo no va a ser mío, si me he pasado más de tres años encerrado imaginariamente entre sus paredes, mientras escribía ‘Mil ojos esconde la noche’, contando las trapisondas de Fernando Navales, que en su mayoría transcurren en el inmueble que ahora el Estado español se dispone a entregar al PNV? Si la Rebeca de Hitchcock soñó en cierta ocasión que volvía a Manderley, yo llevó más de tres años soñando que me paseo por el palacete de la avenida Marceau, de la mano del viperino Navales, que me invita a sisar pápiros de la caja de caudales y a limpiarme el culo con las toallas del baño de invitados, que luego se tropezarán llenas de zurrapas los invitados más ilustres.La mayor parte de la acción de ‘Mil ojos esconde la noche’ transcurre, en efecto, en el número 11 de la avenida Marceau, convertido en sede de la Delegación de Falange durante la Segunda Guerra Mundial, después de haberlo sido del gobierno vasco en el exilio. En el palacete de la avenida Marceau, un inmueble vasto y lujoso de tres pisos guarnecidos con artesonados, se alojaba también la redacción del semanario ‘El Hogar Español’, que me he leído de arriba abajo. Había también una biblioteca «con mucho acopio de catecismos y las obras completas de José Antonio repetidas treinta o cuarenta veces» y «unas sillas muy fatigadas que guardaban el molde de los culos fondones que habían soportado en otro tiempo (culos euscaldunes, para más inri, que se tiran pedos más sonados que un concierto de chalaparta)», nos dice el coñón de Navales. De la ordenación de esta biblioteca, por cierto, se encargaron la esposa de Marañón y su hija Belén; y se nutrió con muchos libros donados por el egregio biógrafo y médico.Casi todos los escritores y artistas españoles exiliados en París colaboraron, por gusto o a regañadientes, en las actividades culturales de Falange durante aquellos años. También en la avenida Marceau se instaló una Escuela de Bellas Artes dirigida por el genial Federico Beltrán Massés, en la que fueron profesores, entre otros, los pintores Grau Sala y Creixams. Durante la Ocupación, desde la avenida Marceau se organizaron exposiciones en las que participó la flor y nata de los artistas exiliados en París: Antoni Clavé (que incluso ganó un premio en una de ellas), Óscar Domínguez, Pedro Flores, Mateo Hernández, el citado Grau Sala, etcétera. Todas estas actividades culturales las cuento con todo lujo de detalles y zurrapas en ‘Mil ojos esconde la noche’; tanto lujo que, después de leer la novela, uno cierra los ojos y piensa que se pasea por las estancias del palacete, como a mí me ocurre en sueños.El Estado franquista defendió desde el principio que aquel inmueble no había sido adquirido con donaciones de vascos residentes en América, como sostiene el PNV, sino con fondos expoliados al erario público durante la Guerra Civil. Así lo estableció primeramente, en plena Ocupación alemana, una sentencia de 21 de julio de 1943; pero, en vísperas de la liberación de París, los falangistas tomaron las de Villadiego y un grupo de exiliados vascos ocupó el palacete, ante las protestas de la embajada española. Los euscaldunes interpusieron a continuación un recurso judicial; y el Gobierno presidido por De Gaulle, haciendo caso omiso de la reclamación diplomática y de la sentencia judicial de 1943, permitió la ocupación mientras no se resolviese tal recurso, que finalmente fue rechazado el 13 de junio de 1949 por el Tribunal del Sena, declarándose bien fundada la pretensión del Estado español y condenando en costas a los exiliados vascos. Esta sentencia sería todavía recurrida; y el Tribunal de Apelación del Sena dictó sentencia el 2 de abril de 1951, confirmando la sentencia de julio de 1949 y condenando de nuevo en costas a los recurrentes. Surgieron, sin embargo, nuevas oposiciones fundadas en el aparente derecho de una ‘Liga Internacional de los Amigos de los Vascos’ a seguir ocupando, ahora como inquilinos del Estado español, el palacete; pero el 6 de junio del mismo año el presidente del Tribunal del Sena decretó la expulsión inmediata de todos los ocupantes, autorizando al Estado español a proceder a su desahucio con ayuda de la policía y de la fuerza armada, con carácter de urgencia y sin trámites dilatorios.Conviene resaltar que todas aquellas sentencias favorables al Estado español fueron evacuadas en un momento en el que Francia mantenía una actitud por completo hostil hacia Franco y contraria a su reconocimiento en las instituciones internacionales. Yo ni quito ni pongo rey, pero me sorprende que en estas fechas se hable siempre de la «incautación de la Gestapo» y no se mencionen nunca estas sentencias. El periodismo de investigación, ciertamente, ha dejado de existir; pero el menda mantiene siempre mil ojos abiertos, incluso en sueños, mientras camina por los aposentos del palacete de la avenida Marceau de la mano de Navales y proclama sin rebozo: «Cet hôtel particulier est à moi». Dentro de cien o doscientos años, a los euscaldunes les tocará joderse y organizar visitas guiadas por el palacete de la avenida Marceau, enseñando a los visitantes las dependencias donde Prada ambientó su obra maestra .

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *