Ni hippies ni locos: ganarse la vida en el campo como esta pareja joven es posible

‘ Arrelats ‘ en valenciano significa ‘arraigados’, ‘enraizados’. José Espasa y Verónica Cortés volvieron a sus raíces para crear en Parcent (Alicante) su proyecto de agroecología tras la pandemia. Un revulsivo que además de dejar dolor y muerte por todo el planeta, también invitó a muchos a tomar conciencia de la vida que realmente deseaban tener para el incierto futuro que se abrió en aquellas fechas. El campo fue un refugio temporal para algunos pocos privilegiados que pudieron salir de las ciudades. Una imagen casi bucólica del regreso a una vida más tranquila que luego, a medida que la normalidad volvía a recuperar su espacio, disparó incluso la compra y el alquiler de viviendas rurales con el teletrabajo como gran aliciente. Sin embargo, aquella idea romántica de la reconexión con la tierra no ha logrado con la perspectiva del tiempo generar un gran impacto en el sector primario que debería ser motor económico de estas zonas en España. Lejos de eso, las cifras reseñan todo lo contrario. El abandono de terrenos hortofrutícolas avanza de forma inapelable en casi todo el territorio nacional y casos como el de esta joven pareja de La Marina Alta alicantina, son una excepción.Noticia Relacionada San Sebastián Gastronomika estandar No La mejor chuleta de España está en este restaurante de carretera de la A-1 Adrián DelgadoLa Comunidad Valenciana es, según los últimos datos disponibles de Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos que elabora el Ministerio de Agricultura , la comunidad autónoma con más hectáreas de cultivo abandonado de España –2.290 de ellas abandonadas en el último año–. Unas cifras que dejan un panorama desolador y que han fijado un récord histórico de pérdida de usos agrícolas que llega ya a las 173.676 hectáreas liegas. «De cada cinco disponibles para realizar un cultivo agrícola o un pasto hay ya una que está abandonada», explican desde la Asociación Valenciana de Agricultores.El homenaje al campo en el Festival DNA de DeniaEl pasado 28 y 29 de septiembre, esta familia de ‘ llauradors ‘ –labradores, como les gusta definirse– llevaron su historia y sus productos hasta el DNA Festival de Denia. Una exitosa iniciativa popular impulsada por el chef Quique Dacosta –tres estrellas Michelin con su restaurante homónimo en dicha localidad– que en esta séptima edición que ha celebrado, puso el foco precisamente en el campo de La Marina Alta alicantina y sus productos, auspiciados por el nuevo sello agroalimentario ‘ Bancalet ‘.José y Vero forman parte de este programa incipiente que pretende poner en contacto a productores y restauradores para que usen sus materias primas. Él siempre estuvo vinculado de alguna manera al campo como descendiente de agricultores y trabajó en viñedos de Francia durante algún tiempo. Ella es bióloga . Tienen una hija pequeña que desde 2022, fecha en la cristalizó la idea de volver a la ‘ terreta ‘ crece y juega entre los bancales de sus hortalizas.«Hemos recuperado las tierras baldías de nuestra familia y de vecinos del pueblo que las habían abandonado por falta de rentabilidad económica. Antes vivíamos en La Garrocha (Gerona) y nos dedicábamos a otras cosas. Durante la pandemia ideamos un proyecto transformador de agroecología que nos permitiera vivir conforme a cómo pensamos», explicaron a ABC en su pequeño puesto del DNA Festival , uno de los dos únicos dedicados a productos agrícolas que hubo pese a que protagonizaban el tema central de la feria.Cuentan con una hectárea que «es suficiente para vivir de esto». «Y poco más. No buscábamos mucho más que poder hacerlo en el lugar en el que queremos estar», explica José sobre Arrelats , que es como se llama su proyecto en Parcent . Allí han recuperado variedades autóctonas de la huerta de La Marina Alta que están desapareciendo en colaboración con el Instituto Agrario de Carcaixent. El ‘hándicap’ del mar y el turismo para el campo«Aquí el mar pesa muchísimo. El turismo es el primer motor económico de la zona. El interior está abandonado. Y no solo en lo que se refiere a la agricultura. No hay servicios, faltan médicos, educación… Si no hacemos habitable el mundo rural no lograremos que vuelva a ser atractivo para los jóvenes. Aquí hay oportunidades de autoempleo», apunta.«Aquí antes se producía naranja y se exportaba. No se vivía en la opulencia, pero se vivía. En Ondara , había un mercado de productos de proximidad –El Prado– que fue uno de los más importantes de Valencia y Alicante. Cerró y hoy es un palacio de congresos…», describe la situación actual de la zona. «Los comercios locales han desaparecido. Para que el campo sea rentable necesitamos al pequeño comercio. Las grandes superficies no compran al precio que necesitamos para poder vivir de esto y encima nos pagan a 90 días», señala.«¡Qué cojones, queremos intentarlo! ¿Por qué no? Saltándonos los intermediarios y los grandes distribuidores» José Espasa Agricultor de La Marina AltaJosé y Vero hacen venta directa de sus productos. «Somos más baratos que las grandes superficies. Pero sigue habiendo un prejuicio hacia los productos ecológicos respecto a su precio. Se asocia directamente a que son más caros. Pero la forma en la que vivimos y consumimos favorece que compremos en los supermercados. Nuestros clientes hacen un esfuerzo por comprar y comer más calidad», señala.«Somos unos motivados», asegura entre risas al describir todos estos hándicaps. «Tenemos una deuda con toda la gente que lo hizo bien en el pasado, por eso cultivamos variedades antiguas. ¡Qué cojones, queremos intentarlo! ¿Por qué no? Saltándonos los intermediarios y los grandes distribuidores. Sabemos que esto es muy sacrificado… Solo queremos vivir de esto», concluye.MÁS INFORMACIÓNAunque la crisis climática también plantea un desafío de futuro para el campo en esta zona de La Marina Alta, hay nuevas oportunidades. «Ya no es igual que cuando plantaba mi abuelo o mi padre. Lo notamos mucho. Pero con la subida de temperaturas, en zonas como Pego, se dan bien los frutales tropicales como el mango o la chirimoya», concluye. 

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