Medio ambiente y entorno próximo como factores de riesgo

El medio ambiente es objeto de preocupación en nuestro quehacer pediátrico ya que tiene una relación directa con los «determinantes de la salud infantil»; junto a los estilos de vida, serán los principales factores sobre los que podemos actuar.Sociedades científicas, entre las que se incluyen la Sociedad Española de Pediatría Social, ISSOP (International Society for Social Pediatrics and Child Health) y otros actores, están alertando sobre los riesgos de habitar en un entorno inseguro. Niños, niñas y adolescentes deben vivir en un medio ambiente saludable que les permita crecer y desarrollarse adecuadamente. Voces autorizadas afirman que más de una cuarta parte de la mortalidad infantil en el mundo tiene relación con la contaminación ambientalEn nuestro medio geográfico y social próximo, no observamos problemas de acceso a agua no potable o a instalaciones de saneamiento inseguras, pero si compartimos otros problemas, como viviendas inadecuadas, pobreza energética, contaminación del aire o una excesiva exposición a algunas sustancias químicas.Las viviendas inadecuadas, cuyos moradores son familias con escasez de recursos, pueden presentar componentes arquitectónicos inapropiados, favorecer hacinamiento, deficiente calidad del aire, humedad, disposición de zonas de almacenamiento y zonas de preparación de alimentos con riesgo para la salud o factores de pobreza energética, entre otros.La pobreza energética en España se traduce en que aproximadamente 1 de cada 6 menores vive en hogares en los que no puede mantenerse unan temperatura adecuada. El impacto negativo es mayor en edades pediátricas ya que los menores pasan mayor tiempo en el hogar que los adultos. Las repercusiones en salud se pueden asociar a una reducción en el gasto en alimentos por aumento en el gasto eléctrico, incremento de problemas respiratorios vinculados al frío y otros en la esfera de la salud mental. En países de baja renta se añaden otras comorbilidades como las frecuentes quemaduras por el uso de dispositivos inseguros dentro del hogar o la inhalación de humo que favorece las infecciones respiratorias.En España la Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética 2019-2024 ha tratado de mitigar el problema con diversas medidas, pero no tenemos constancia de que su impacto haya tenido el alcance deseado: en el año 2022 se afirmaba que aquélla afectaba aproximadamente a 1,3 millones de menores.Otra realidad a tener en cuenta es la calidad de aire. A modo de ejemplo, un informe publicado en 2023 por Ecologistas en Acción muestra los resultados de un estudio realizado en seis ciudades españolas, sobre 160 centros escolares en los que se obtuvieron muestras de dióxido de nitrógeno en zonas próximas, concluyendo que sólo en uno se observaba el cumplimiento de las normas de la OMS en cuanto a superar ciertos límites de este compuesto químico. El colegio referido se caracterizaba por no tener vehículos aparcados en su fachada y disponer de un parque cerca. Un 36% del total, superaba los límites legales anuales vigentes. La población infantil es especialmente sensible a la contaminación atmosférica dadas sus peculiares características fisiológicas, destacando, una elevada frecuencia respiratoria, mayor exposición al ambiente exterior e inmadurez de sus sistemas respiratorio e inmunitario, invocándose adicionalmente al dióxido de nitrógeno como agente inmunodepresor. Finalmente, la exposición a sustancias químicas, como la que tienen la facultad de comportarse como «disruptores endocrinos», son hoy día también objeto de controversia. Diversas evidencias muestran que estas pueden generar alteraciones funcionales tanto en humanos como en la vida silvestre (animales, plantas, hongos). Dichos compuestos tienen una distribución muy diversa: plaguicidas, plásticos, productos de limpieza… En tiempo reciente hemos asistido a la polémica sobre el bisfenol A, sustancia presente en biberones y envases para contener alimentos para niños menores de tres años, prohibida en la Unión Europea, no así en otras zonas del mundo.En definitiva, debemos aceptar el reto de mantener un entorno seguro para nuestros menores, uniendo el creciente conocimiento científico sobre los diferentes riesgos apuntados a una adecuada concienciación e implementación de medidas costo-efectivas.SOBRE EL AUTOR MANUEL SOBRINO TORO Profesor de Pediatría de la Universidad de Sevilla y académico correspondiente a la Real Academia de Medicina de Sevilla

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