Alexa Farré, una velada muy especial
Gran sinfónico 2 Programa: Obras de Bach, Mozart y Shostakovich. Intérpretes: Alexa Farré Brandkamp (Concertino/Solista). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: 02/10/2024. 4Lleva unos tres años con nosotros y dice sentirse entre familiares y amigos . En sus labores de concertino la hemos oído en extraordinarios solos, a veces también meras colaboraciones, pero nos faltaba su debut como solista y al frente de la orquesta. Hablamos de Alexa Farré , que además de violín solista debe ser una especie de segundo director, para que el nivel de la orquesta se mantenga o crezca. Nos ha sorprendido el programa , para nosotros de máximo riesgo , ya que empezaba en el barroco de Bach , seguía con el clasicismo de Mozart y terminaba con la música del siglo XX de Shostakovich . Aunque con el tiempo los dos primeros periodos estilísticos han terminado siendo asimilados por la orquesta, no suele figurar entre sus principales logros.El ‘ Concierto de Brandenburgo nº3’ en Sol mayor, BWV 1048 de Bach podría ser en parte un ejemplo. Tres grupos de tres instrumentos (violines, violas y violonchelos) componían exactamente el conjunto, más el continuo formado por el clave y un ‘violone’ o bajo de viola (aquí un contrabajo). La disposición en pie y su situación, rodeando el clave, permitía oír los tres grupos con cierta facilidad y mostraba la preocupación historicista de la que hablamos. Como en otros casos, un cortinaje tapando el telón de fuego, parecía asegurar un sonido claro y limpio; sin embargo, el resultado que nos llegaba nos resultaba umbrío, poco claro, y la única diferencia sonora era la ausencia de dos enormes ‘pilares’ cuadrados en las esquinas traseras, que no sabemos si pudieran ser los responsables de tal cambio. Pero no podemos olvidar que l as texturas son contrapuntísticas , sobre todo en los episodios y no tanto en los ritornelos, lo que supone una precisión absoluta en estas partes , así como en las distintas entradas de un instrumento a otro , incluso dentro de su misma sección. Se solucionó bien el segundo movimiento, cuyos dos acordes dieron lugar a una ‘improvisación’ de Tatiana Postnikova , muy suelta con el clave. Si a ella o a la directora le sirve de algo, digamos una vez más que como el clave no se sitúe a la izquierda y no mantenga la tapa sólo conseguirá que se oiga en los episodios (y eso que los músicos sólo eran nueve).Otro de los peligros lo encontramos casi siempre en Mozart , también por sus texturas. En este caso eran muy distintas a las contrapuntísticas, pero igual de peligrosas: aquí la orquesta funciona como un ente único, mayoritariamente de acompañamiento del violín. Sin embargo, en el ‘ Concierto para violín y orquesta nº3’ en Sol mayor, K.216 Farré apenas dirigió ‘stricto sensu’: apenas gestos, ni siquiera miradas, pero la orquesta, más aumentada, funcionaba en unas dinámicas proporcionalmente más bajas que las de la solista. Eso sólo quiere decir que hubo mucho trabajo para que el delicado tapiz transparente de sus texturas sirviera para que sonase realzado el violín y fuese arropado sin enturbiar ni sobresalir. Y, oh milagro, los violines presentaban ahora un brillo especial, como iluminados por alguna luz invisible.MARINA CASANOVAFarré se lo merecía : no sólo estaba claro que lo había trabajado a fondo, sino que la interpretación del concierto fue verdaderamente magistral , con un sonido terso, bruñido, a veces sedoso y en ocasiones más adusto, pero siempre rezumando musicalidad e intención, sin tener que preocuparse del volumen de la orquesta. Brilló en todo, pero sobre todo en las cadencias, cuya dificultad no estaba en escalas o arpegios fulgurantes, sino en las dobles cuerdas, especialmente en las del ‘ Allegro ‘ inicial (creemos que la de Sam Franko), con grandes y espaciosas arcadas que resonaban con elegancia y grandeza en todo el teatro; y para el ‘ Adagio ‘ también hubo dobles cuerdas, aunque menos. Este movimiento además no sólo nos ofreció su bella melodía, sino que su interés nos pareció crecer en vez de menguar, ante un tiempo lento y un tema de largo recorrido. El tercero, el juguetón Rondó , contó con la colaboración de sus compañeros para mantener en bullicioso movimiento. No creemos recordar que esta orquesta -y posiblemente ninguna otra que hayamos visto- haya aplaudido a su ‘jefa’ -o jefe, dependiendo de la orquesta- con tanto entusiasmo, prácticamente al completo, con las manos . Con el arco, sí; con aplausos, no.En el particular programa se obvió el siglo de la música, el romanticismo, para pasar directamente al siglo XX con Shostakovich y su ‘Sinfonía de cámara’ en Do menor, Op. 110ª , transcrito para orquesta por Rudolf Barchai a partir del ‘ Cuarteto nº 8’ (no mencionaremos otra vez al Brodsky). Sus sacudidas violentas chocaron con ese ‘hilo’ de media-vida que sostiene el violín principal. Shostakovich pudo huir de la dictadura soviética, pero finalmente se quedó, y es aquí donde nos surge la duda de si es que en tanto dolor infligido encontraba la inspiración para componer estas obras ciertamente tocadas de un ‘pathos’ verdadero, no artístico ; artístico lo convertía él, pero antes lo había sentido en su corazón. En fin, hubo tensión en la ROSS, pronunciadas nervaduras, vigor poco concesivo y ternura descarnada. Qué más se puede pedir.