El enemigo externo necesario

Como todo populista, Andrés Manuel López Obrador buscó, durante los seis años de su Gobierno, dividir a la población entre el «pueblo bueno», que él representa, y el resto, etiquetado de «conservadores», «fifís», «reaccionarios», solo por no estar de acuerdo con sus políticas. Al mismo tiempo, como todo populista, necesita de un enemigo externo. No podía ser Estados Unidos porque México vive del comercio, el turismo, las inversiones y las remesas de ese país. En su lugar, eligió a España como chivo expiatorio.La postura del presidente, desde el primer año de su sexenio, al exigir al Rey de España una disculpa pública por la Conquista , es una falacia y una peligrosa traición a la propia historia de México, que es fruto de la amalgama entre la cultura española y las prehispánicas. De hecho, para todo fin práctico, México es un país occidental y católico.Como han estudiado y explicado Fernando Benítez, José Vasconcelos u Octavio Paz, fue durante el Virreinato que se forjaron las bases de la idiosincrasia nacional, incluidos muchos usos y costumbres de los pueblos indígenas. México, más que hijo de la espada de Cortés, es hijo del cordón y el sayo de los franciscanos.Aunque el asunto ha entorpecido las relaciones entre México y España a nivel protocolario, hubiera quedado como una anécdota menor dentro del saldo de la Administración de López Obrador, catastrófica en todos los parámetros que quiera medirse (de seguridad, educativos, sanitarios…), salvo en lo económico, que no dependió de sus políticas, sino de la pujanza de su vecino del norte. Con la decisión de no invitar a Felipe VI a su investidura -a la que sí convocó a Vladímir Putin, Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro-, Claudia Sheinbaum está a punto de convertir una anécdota en un verdadero problema diplomático. Además, demuestra que no solamente acarrea todas las taras ideológicas de su antecesor -cosa que sabíamos- sino que también ha comprado todos sus pleitos absurdos. Más importante que España sea el segundo inversor extranjero en México, es que sostiene un flujo constante de personas, ideas y bienes que han moldeado nuestros países desde hace cinco siglos. La primera presidenta mexicana no puede ni debe ignorarlo.

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