Kengo Kuma le hinca el diente a la Gulbenkian
Había expectación por ver el nuevo diseño del arquitecto japonés Kengo Kuma (1954) para el Centro de Arte Moderna Gulbenkian tras más de tres años de obras y una inversión multimillonaria. Él es conocido por su crítica de una arquitectura moderna que rompería la conexión entre el hombre y la Naturaleza, su recuperación de unas formas y unos materiales tradicionales y el consiguiente trabajo con artesanos locales.Noticias Relacionadas estandar Si ARTE Soledad Sevilla: «Soy heredera de Altamira. Me gusta trabajar en la pintura» Javier Díaz-Guardiola estandar No Pedro G. Romero, premio Nacional de Artes Plásticas ABCEl edificio, con su característica forma abuhardillada, fue proyectado por el británico Sir Leslie Martin e inaugurado en 1983. Se situaba al fondo del vasto complejo de la Fundación Calouste Gulbenkian, construido a finales de los sesenta y de estilo brutalista. El filántropo armenio Gulbekian (1869-1955), nunca quiso coleccionar arte contemporáneo, pero ahora esta colección, con cerca de 12.000 piezas, es de las más importantes de Portugal. Con la reforma integral de Kuma se añaden plantas subterráneas y espacios expositivos y la distribución general se invierte: se ha rebajado el muro que cerraba la parte posterior del parque, que se integra ahora en la ciudad, y la fachada trasera, provista de inmensos ventanales, pasa a ser la entrada al Centro.Una panza inmensaPara disimular la gran pared lisa de la antigua parte posterior del edificio y conectarlo con los jardines rediseñados por Vladimir Djurovic y basados en el cultivo de especies autóctonas, Kuma ha ideado el que es el elemento estrella del proyecto: una colosal ‘engawa’ (elemento típico de la arquitectura tradicional japonesa, lo que llamaríamos un porche, que sirve para comunicar el jardín posterior con la vivienda y las estancias entre sí y es asimismo un espacio familiar de reunión y contemplación de la Naturaleza) de cien metros de longitud recubierta de grandes placas de cerámica portuguesa y forrada en su parte inferior de tablas de madera inspirándose en los galeones portugueses. Bajo su protectora panza está previsto que se desarrollen actividades diversas.El flamante CAM, dirigido por Benjamin Weil (que curiosamente también dirigió el Centro Botín de Santander durante su construcción y se marchó pocos años después inaugurarse este) se presenta con un puñado de exposiciones y actividades interesantes.Hacer las presentaciones. De arriba abajo, detalle de la propuesta de Leonor Antunes; obra gráfica de Fernando Lemos; y montaje de ‘Tide Line’ F. GulbenkianEn el atrio, el inmenso espacio diáfano bajo la famosa cubierta inclinada de Martin, Rita Fabiana ha comisariado una exposición en torno a la escultora portuguesa Leonor Antunes (1972) titulada ‘The Constant Inequality of Leonor’s Days’, en la que se aborda el candente asunto de la invisibilización de las artistas. El punto de partida es la figura de la arquitecta británica Sadie Speight , que tuvo un papel relevante en el diseño del CAM y fue inmediatamente eclipsada; sus diseños adornan todo el suelo de la sala; y el título es también el de una obra de 1972 de Ana Hatherly perteneciente a la Gulbekian. Con estos mimbres, Antunes ha urdido una macroinstalación que consta, por una parte, de 70 obras de mujeres artistas presentes en la colección pero prácticamente inéditas (Marian Pepler, Charlotte Perriand, Lina Bo Bardi, Sophie Taeuber o Maria Helena Vieira da Silva) y, por otra, de un conjunto de frágiles columnas suspendidas de diversas formas y materiales que homenajean a todas estas artistas invisibilizadas con un bosque inacabado.En un nuevo corredor adyacente llamado Espacio Engawa se desarrolla la exposición ‘The Occidental Calligrapher: Fernando Lemos and Japan’, que recoge los dibujos, fotos y proyectos que este artista y diseñador brasileño-portugués realizó en Japón durante una beca de estudios patrocinada por la Fundación Gulbenkian. Es una propuesta muy extensa, documental, en la que se quiere mostrar la importancia que el estudio de la caligrafía japonesa tuvo en la trayectoria de este autor.Y en las nuevas plantas subterráneas –donde se ubican los amplios fondos del Museo–, se desarrolla Tide Line (‘Línea de marea’, título tomado de una serie de Hamish Fulton) , una relectura de la colección comisariada por Ana Vasconcelos, conservadora, Helena de Freitas y Leonor Nazaré.Son 80 obras y se ha evitado deliberadamente la presencia de las vacas sagradas –los Croft, Sarmento y demás, aunque sí están Paula Rego y Rui Chafes – para dar cabida a piezas nunca expuestas y, partiendo de la Revolución del 25 de Abril –que cumple 50 años–, se explora el presente a través de unas líneas temáticas y conceptos: la transgresión, el manifiesto, la interioridad, la mutación (los post-humano) y la evocación (de las conexiones con el mundo).Del lejano OrienteEn las nuevas salas de proyectos de la planta principal hay otras dos citas interesantes, a cargo de artistas japoneses: Go Watanabe (1975) realiza unos vídeos perfectamente hipnóticos, en altísima resolución y a cámara superlenta, en los que distorsiona elementos del entorno cotidiano –en este caso, un simple escurreplatos– proporcionando una experiencia sensorial insólita. El conjunto de proyecciones, que se desarrollan en diversos espacios y se relacionan milimétricamente entre sí, atrapan por completo al espectadorLos nuevos espacios de la fundación lisboeta Fernando GuerraY en la sala dedicada al arte sonoro está ‘The Voice of the Inconstant Savage’, una instalación inmersiva de Yasuhiro Morinaga (1980) en la que se fusionan la enunciación del informe de un misionero portugués del XVI, un canto de Nagasaki, uno de la tribu Awá del Amazonas y un canto gregoriano, creándose una mezcla que trasciende épocas, lugares y, obviamente, relatos.