Como Eva ninguna
El baile flamenco es el movimiento de la rueda de las hilanderas de Velázquez. Consiste en hacer girar la quietud como la música se basa en el manejo del silencio. Eva es un portento técnico, físico, corporal, gestual, rítmico… La número uno en todo lo que se puede medir. Pero no va a pasar a la historia por eso. Su leyenda se forja en lo inmensurable, que es el espacio en el que una facultad natural se transforma en arte. La Yerbabuena baila fuera de su cuerpo la bulería por soleá. Y no es que cada contratiempo tenga un remate personal, es que cada gesto es un mundo nuevo. A Eva le pasa con los nuevos bailaores como a Paco de Lucía con los guitarristas. Cuando todos creen que ya han pillado su personalidad y pueden plagiarla, se inventa otra nueva. Su revolución es tan inabarcable que el recital a Sevilla en soledad puede interpretarse como un cuadro del Valdés Leal. In ictu oculi. El taranto con Paco Jarana rascando con sus yemas la pared de la mina, los tangos del duelo entre la Fabi y Marina Heredia y la bata de cola encontrando almidones nuevos por alegrías, con Segundo Falcón haciéndose llagas en la boca, son la antología del mejor baile de nunca jamás. Porque, por decirlo en sevillano de Rodríguez Buzón y como grito de esperanza, bailaoras habrá, pero como Eva ninguna. El 25 de septiembre de 2024 yo la vi bailar en el Teatro de la Maestranza. Y en ese recuerdo ya nunca envejeceré. Como las ruedas de las hilanderas.