Porno social

El problema de la vivienda es tan serio que ya se ha convertido en un sketch de ‘Pantomima Full’, que es el BOE de lo que importa. Quejarse de los precios del alquiler es una de las conversaciones de nuestro tiempo, lo mismo sirve para romper el hielo en una cita Bumble que para ganarse el aplauso en una entrevista con Broncano: siempre quedas bien, hasta en las cenas familiares. El otro día, Irene Escolar, actriz de éxito, dijo en ‘La Revuelta’ que casi no podía pagar el alquiler. Y el presentador asintió: «Es el problema más grande de nuestra generación». El público jaleó muchísimo, como celebrando su valentía. Un par de programas después, el cómico reivindicó la sanidad pública mientras charlaba con un médico que había amasado su fortuna en la privada. También hubo vítores. Lo último ha sido invitar a un motorista para romper un cigarro y decir: «Fumar mata». Mónica García, ministra de Sanidad, compartió el vídeo y posteó: «Servicio público». De pronto me acordé de todos los funcionarios que tienen un seguro médico gracias a los recursos públicos.El precio de la vivienda, como las listas de espera en la atención primaria o la inflación, es uno de esos temas en los que hay consenso por desencanto. Tiene lo mejor de la política, que es el cabreo, cierta indignación común, pero sin la polarización de después: nos reconocemos en la miseria, y ahí nos quedamos, regodeándonos. Así que una charla que empieza con un suspiro por el porcentaje de sueldo que dedicas a la vivienda tarde o temprano terminará: «La cosa está fatal». Y en ese lamento se vertebra España, aunque no se soluciona. Hay algo adictivo en ese pesimismo, seguramente un confort moral que genera envidia en quienes no pueden disfrutar de esa altura a ras de suelo, por eso hay quien exagera para meterse en el saco de los agraviados que no llegan a fin de mes, en una jugada maestra que te da lo mejor del dinero sin lo peor de las hipotecas, que es no poder quejarte de tu casero. Es un poco como los ministros y ministras de Educación que llevan a sus hijos a la privada. O como los cargos públicos que todavía hablan como si ellos no mandaran. O como el premiado que va a una fiesta a decir que no puede celebrar nada por la matanza de Gaza. Es esa necesidad de mostrar tu preocupación obviando tu privilegio. Es porno social.

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