‘Truman Capote: remembranzas y confidencias’, de George Plimpton & Co: el show de Truman (Capote) en su centenario

En una de sus últimas entrevistas —concedida al escritor Edmund White — un Capote borracho y duro de cocaína, yendo y viniendo del baño de su piso en el United Nations Plaza, se despide casi gimiendo: «Bueno, ya sabes, uno escribe unos cuantos libros y… Es una vida verdaderamente horrible ». Se refería, está claro, a su obra y vida a la que —habiendo sido esta tan pública— cabría añadir también mucho de los libros sobre Capote que, de algún modo, también son suyos; porque pocas veces un escritor fue tan buen/mal personaje de sí mismo. Así, acompañando sus ficciones y no-ficciones (incluyendo esos tan perfectos como implacables autorretratos que se dedicó en ‘Música para camaleones’), resulta provechoso añadir su gran biografía firmada por Gerald Clarke (quien también se hizo cargo de su correspondencia en ‘Un placer fugaz’), sus desopilantes y ácidas conversaciones con Lawrence Grobel, y el brillante y recién aparecido ‘La dificultad del fantasma’ de Leila Guerriero (per)siguiendo su soleada sombra por la Costa Brava. BIOGRAFÍA ‘Truman Capote: remenbranzas y confidencias’ Autor George Plimpton & Co Editorial Libros del Kultrum Año 2024 Páginas 624 Precio 24 euros 5Y por fin —coincidiendo con los fastos por el centenario de su nacimiento— la demorada traducción de esta fiesta coral donde anónimos y ultra-famosos y colegas (a destacar lo de Norman Mailer ) compiten por ver quien tiene la anécdota más graciosa, terrible , reveladora, emotiva, feroz o desoladora del pequeño gigante con cascabelera voz de serpiente para cuyo veneno no había antídoto. El Show de Truman, sí. El anfitrión y magistral maestro de ceremonias no es otro que el casi gatsbyano y festivo George Plimpton (New York, 1927-2003) quien, junto a la formidable Jean Stein (Chicago, 1934-2017), ya había aplicado este sistema a su magnífica reconstrucción de la heredera contracultural ‘warhol-dylanita’ Edie Sedgwick. Eso que Plimpton definía como «periodismo participativo» y que no es otra cosa que el permitir que gente que sabe (o no) lo que dice hable y cuente a micrófono abierto y luego ordenarlo con gran pulso narrativo y a sangre caliente. Y, claro, hay tanto para decir sobre Capote y su «vida horrible» y sus «unos cuantos libros» pero tan atractiva que aquí cuesta escoger algo. Definición de Truman por Capote, además de homosexual y adicto a las drogas, es un genioPuesto a elegir, yo me quedo con ese formidable testimonio (casi un cuento de Capote) de la muy joven Kate Harrington: hija de un amante del escritor, hasta entonces heterosexual padre de familia y más o menos abnegado aunque infeliz esposo. La mujer de O’Shea —quien adoraba a Capote— no puso ninguna traba a la relación. Así que todos felices. Y ‘Tru’ no duda en dedicarse a la pequeña Kate de por entonces doce años —hija de los O’Shea— y someterla a una suerte de versión modernizada de ‘My Fair Lady’. Richard Avedon y Francesco Scavullo le toman fotos para un portfolio (Kate llega a aparecer en las satinadas páginas de ‘Mademoiselle’ y ‘Seventeen’), le hace escribir diario con sus pensamientos íntimos (que él corrige y edita), y le ordena qué leer y la enseña a vestirse bien. Y le presenta a sus fuera de serie ‘cisnes’ de Park Avenue y a Henry Kissinger y a Sammy Davis, Jr. y a Ryan O’Neal (quien se enamora de ella) y la cuela en fiestas locas de Studio 54. En algún momento, Capote decide que el próximo paso será convertir a Kate en actriz. Pero Kate se niega. Conoce sus límites. Sabe que no tiene talento para eso y no puede dejar de percibir que el escritor parece cada vez más errático y desesperado. «De acuerdo. Yo sólo quería ayudar», dice Capote. Y eso es todo. Capote deja de llamarla. Se acabó. Pero, también — por encima del chisme y la maledicencia — el libro a muy vivas voces de Plimpton no descuida el hecho de que, más allá de la propia definición de Truman por Capote, además de adicto a las drogas y homosexual, este hombre era un genio. No hubiese estado mal que, para festejar el siglo de su nacimiento, hubiese aparecido el manuscrito completo de ‘ Plegarias atendidas’. Pero no se puede pedir todo. A modo de consuelo y deseo concedido, vayan estas muchas y muy atendibles oraciones donde tantos lo recuerdan sabiendo que jamás podrán olvidarlo.

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