El Baratillo de Ignacio
Ignacio Pérez Franco sabía latín. Cuando era un chaval y estudiaba en los Salesianos de Triana se sabía de corrido todos los lemas de su hermandad que algunas veces salían en las convocatorias en castellano y otras en latín. «Misericordia Tua Et Veritas Tua Semper Susceperunt Me». De ver desde pequeño ese latinajo se le había quedado grabado en la memoria ya para siempre. El Baratillo de Ignacio Pérez Franco era, es la hermandad de su familia. Su casa. Como tantos niños, se crio entre los alicates y las puntillas de la sala que servía de priostía. Entre mantos y ráfagas. La mejor escuela fue la de su homónimo padre, aunque allí en el Baratillo vivía un caballero que ejercía de mentor de los chavales y los que no lo eran tanto. En efecto, se trataba de Otto Moeckel, Otto el del Baratillo, el alemán que, como Ignacio, también sabía latín.A una hermandad se llega por iniciativa propia o por herencia. Esta fue la vía de Ignacio. Herencia de su familia que después ha ido transmitiendo a su mujer Inma, y a sus hijos Nacho y Macarena. Más tarde vendrán otros eslabones que mantenga en el tiempo esa cadena de identidad y sentimentalidad que nos tendrá para siempre amarrados a la hermandad de nuestros amores. Ignacio era, es de Pasión y también de la Macarena; pero la suya era, es la del Baratillo. En esos años en los que uno se rebela por todo se presentó a unas elecciones junto a su hermano del alma José Piñero. No consiguió entrar en la junta. Pero con el tiempo empuñó la vara dorada para que aquella hermandad de chavales y gente del barrio siguiera el camino ascendente en el que hoy sigue. El ejemplo de Ignacio es el de mucha gente de la Semana Santa. No es que la hermandad sea una parte de tu familia, es que es tu propia familia.Hoy no se vestirá de azul. Su túnica ya le acompaña para siempre. Pero entre los nazarenos de la Caridad le veremos. Aunque haya abandonado esta vida, Ignacio jamás se irá del Baratillo y el Baratillo nunca se marchará de la memoria de Ignacio Pérez Franco.