La niña bonita del Arenal se fugó a Triana
Hubo una tarde de septiembre que la niña bonita del Arenal decidió cruzar al otro lado del río. Su camino siempre le había dejado muy cerca del puente del viejo arrabal, pero nunca había llegado más allá. Hasta que ella, la Piedad del Baratillo, ya coronada, escribió con bellas letras un capítulo más de la historia cofrade. Sevilla, en masa, lo presenció este sábado de septiembre que se vistió de Viernes Santo. El puente de Triana, que había quedado huérfano tras la última Semana Santa pasada por agua, volvió a ser esa pasarela vibrante de emoción que sostiene la devoción mariana. Pasadas las cinco de la tarde se abría la puerta de San Miguel a la mirada curiosa de centenares de sevillanos. Hacía calor, como solo hace en septiembre en Sevilla, pero eso no fue óbice para tanta alma que llenó la avenida de la Constitución para recibir a la virgen niña flamantemente coronada. La salida de la Catedral no era el sitio que a priori se esperaba más solicitado teniendo en cuenta que por delante había un largo recorrido hasta bien entrada la madrugada y que había, sin duda, dos rincones soñados : la capilla de la Carretería y el primer paseo histórico por Triana. Pero en esta ciudad hay un hambre perenne de cofradías en la calle que no hay quien lo sacie.La hermandad del Arenal enseñó músculo y evidenció que se encuentra en un momento dulce en cuanto a su nómina de hermanos . Para acompañar de regreso a la Piedad, se dispuso un cortejo largo de hermanos con cirios, al que se sumó una extensa representación de más de 70 corporaciones. Un acompañamiento numeroso que se constató cuando el paso llegó al dintel a las seis de la tarde, 45 minutos después de que se plantara la cruz de guía. En los primeros compases de la procesión triunfal, la banda del Carmen de Salteras, a la que se le había encomendado la primera parte del trayecto, estrenaba «A mi Piedad en la tarde». Sólo los más viejos del lugar podían recordar a qué suena el misterio del Baratillo con banda de música, que no de cornetas y tambores. Entre los años 50 y 60 del siglo pasado, la Virgen de la Piedad y el Cristo de la Misericordia llevaban este tipo de acompañamiento musical que finalmente fue sustituido por el actual.Primera levantá para Antonio BurgosLa primera levantá de la Virgen ya coronada y en la calle, camino de vuelta a su casa, fue para el maestro de periodista s Antonio Burgos, «quien escribió como nadie». De tal manera lo definió el capataz José Manuel Valenzuela. El paso estaba en esos momentos a escasos metros de la que fue residencia del periodista de ABC.Con la Piedad en la calle, la afluencia fue creciendo, contribuyendo al mestizaje ya natural de un casco antiguo muy turístico . A los grupos numerosos de visitantes que se llevaron para su casa el regalo de una procesión histórica, se sumaron los sevillanos venidos de los barrios y del área metropolitana. Las primeras colas en los tornos de salida de la parada de metro de Puerta Jerez, a las siete de la tarde, avisaban que la jornada vespertina iba a ser masiva, como así lo fue.Balconeras de color azul baratillo y con la imagen de la diadema, símbolo de la coronación de la mañana, recibían a la niña bonita del barrio a su llegada por la calle Barcelona. La brisa que movía levemente las ramas altas de los naranjos no llegaba a pie de asfalto donde el gentío tiraba de abanico para poder aliviarse. Pero a pesar del calor de la bulla, alli nadie rompía filas. La Piedad abriendo la puerta grande de la Real Maestranza Juan FloresLa procesión pronto empezó a acumular retraso sobre la hora prevista. La virgen iba enlazando marcha tras marcha lo que ralentizó su paso. En el Real de la Carretería no cabía un alfiler una hora antes de que asomaran por la esquina de Toneleros los ciriales. Era uno de los puntos claves del recorrido y la expectación era máxima por ver cómo la Piedad visitaba a la corporación vecina y hermana. «Esto parece Semana Santa». Era el comentario más repetido en el público. «No, esto es peor porque en Semana Santa hay varias cofradías y nos repartimos. Aquí vamos todos a lo mismo». La cruz de guía llegaba con un cuarto de hora de retraso a la esquina de Velarde. La banda juvenil de los Gitanos se encontraba con el cortejo en este punto para abrirles paso. Las parejas de hermanos con cirio apenas avanzaban y daba la sensación de que la virgen no llegaba nunca. Lo hizo, tras más de una hora de espera. Precisamente aquí se produciría una de las pequeñas incidencias del recorrido. Un cable tocaba con el extremo de la cruz y fue necesario tirar de pértiga para levantarlo. RetrasoLa Piedad salía por unas horas de su barrio para dirigirse hacia Triana donde hacía más de dos horas que le esperaba una marea humana . Antes de cruzar el río, se paró ante la puerta grande de la Real Maestranza que se abrió de par en par para a ella, regalando otra imagen para la historia.Ya a las diez y media de la noche y bajo los sones de la marcha la Madrugada miraba de frente el puente que nunca había cruzado. No iba a estar sola en su paseo por el viejo arrabal. Además de una legión de almas, en el Altozano tomaba el relevo en el acompañamiento musical la banda del Sol, devolviendo el sonido de cornetas y tambores que desde hace décadas le sigue los Miércoles Santo. En la calle San Jacinto se adentró bajo los sones de Soledad de San Pablo para enfilar con destino a Santa Ana.