Los sonidos negros de Miguel Poveda
«¿Qué es el duende?», gritaba anoche como un eco Miguel Poveda tratando de averiguar ese secreto que sólo se reserva a los elegidos. Con esa evocación a los misterios de Lorca era imposible no acertar en su esperado regreso a la Bienal de Flamenco de Sevilla. Los 1.800 espectadores que llenaban el aforo del teatro sabían que ese iba a ser el día en que el de Badalona desvelaría sus ensoñaciones en ‘Federico y el cante’, un espectáculo que quedará ya para los anales. Poveda sale con un traje sobrio , igual de sobrio que el escenario oscuro que lo abrazaba. Entonces comienza un desnudo homenaje a los cantaores primitivos, esos que despertaron las entrañas del poeta granadino y que hicieron que este genio buscara la esencia del duende en las gargantas de estos maestros. Suena ‘Cabal de Silverio’ y el rasgueo de la guitarra de un siempre brillante Jesús Guerrero inunda el Maestranza de la escuela gaditana que corre por sus venas. Poveda se arranca por seguiriyas en el ‘Retrato de Silverio Franconetti’ , el «rey de los cantaores» que encendió la llama del duende en el alma de Federico. Paquito González percute con sus manos el sonido del tiempo, mientras El Londro, Los Makarines y Carlos Grilo jalean a Guerrero. Nada podía salir mal. Los sonidos negros de los cantaores históricos se abren paso por la garganta del de Badalona, sin miedo, como si fuera actualizando la ortodoxia. Un inmenso lienzo en blanco y negro rompe la oscuridad del escenario para que Poveda se arranque por la caña de Diego Bermúdez ‘El Tenazas’ , aquel gitano granadino que ganó el Concurso del Cante Jondo de 1922 junto a un Manolo Caracol niño. Poveda siguió buscando el duende, el misterio de esos cantes primitivos que han superado las barreras del tiempo. Un poco más tarde apareció en el escenario Manuel Monje , que tiene el cante de su tierra de Jerez en sus sentidos y en su alma. El muchacho recitó y luego cantó la ‘Media granaína’ de Chacón , otro cabal que al que admiraba Federico. También se rindió homenaje a Manuel Torre con un taranto y un fandango y Poveda cantó los tangos de Pastora Pavón , mientras se movían los cuerpos con el ‘gurugú’ festero de la Niña de los Peines. Miguel Poveda y Jesús Guerrero a la guitarra juan floresY de repente el escenario del Maestranza se convierte en una peña. Cuatro mujeres vestidas cada una a su forma y casi todas de rojo salen al escenario. Una de ellas lleva mucho baile encima, otras a mitad de camino. Son Las Tatas del Barrio de Santiago: La Majuma , La Yoya , Luisa Garrido y Victoria Prado . Algunas vienen de la peña de tío José de Paula, y con ellas quiere Poveda explicar lo que es el duende. Diego el Morao las acompaña a la guitarra. El compás de Jerez inunda el escenario, en lugar del Maestranza parece una peña, eso sí más grande. Y entonces surge el duende, ese que se da en los brazos ligeros y con años de las mujeres que bailan sin respingos, con la lentitud de sus inviernos, pero que no pierden de vista en ningún momento el compás, porque está dentro de ellas, «eso, eso es el duende». Culminan con adornos, elegantes, sosegadas, no se puede decir más alto flamenco en dos patás. Se van las Tatas a lo clásico, todas juntas y rematando al aire, y sigue la noche porque Poveda le ha pedido a Eva Yerbabuena que baile por bambera, un cante que hizo Pastora en compás de fandangos y que luego por cierto Paco de Lucía , nuestro homenajeado, reelaboró con Fosforito al compás de doce tiempos de la soleá, y para que no acaben las casualidades, Enrique Morente hizo este cante por tangos en su disco llamado ‘Lorca’ en 1998.Nunca hasta anoche había bailado Eva Yerbabuena por bambera . Es la oportunidad para disfrutar del baile de esta mujer que ha salido como si fuera una escultura, sólo moviendo sus brazos y sus manos al compás de la percusión, y sin meter los pies. Baila Eva recogida, con un estrecho traje de pequeños volantes que abrazan su cuerpo, y en un momento aumenta el ritmo, y mete los pies, ¡y cómo! Los pies de Yerbabuena vuelan , su zapateado musical hace punta tacón , recorre el escenario, remata con los brazos y las manos, para el baile, mira a Poveda y le canta al baile. Una delicia. Yerbabuena levanta al público, el aplauso es inmenso. Recoge su traje y nuevamente hace compás con sus pies, le canta Poveda, en una especie de diálogo de voz y pies que saca el duende. «¿El duende?», pregunta Poveda, y señala a la bailaora. Momento único, la bambera de Poveda, de Yerbabuena, los sonidos negros del cante para la ortodoxia del baile del siglo XXI.Cuando ya creíamos haber llegado al Olimpo con el baile de Eva Yerbabuena, falta algo. Lo había anunciado Poveda: siempre me han pedido cantar una saeta en Sevilla y he dicho que no . Nunca hasta anoche . Porque ayer sí lo hizo, pero no solo. Se levanta el telón de fondo y suenan los cornetas y tambores de la Agrupación Musical Virgen de los Reyes . Los sonidos nos son familiares desde la infancia, pero allí, atronando el Maestranza, casi parecen mágicos. La carencia del tambor marca el ritmo para que Poveda cante por saeta y cumpla la promesa que se hizo al descubrir un poema dedicado a Sevilla y otros a la Semana Santa de ‘Poema del cante jondo’. Cuestión de honor. Con la saeta y la música inmensa de la Agrupación Virgen de los Reyes se rompe el maleficio y Poveda ha podido con la saeta quebrada y llena de sonidos negros. El final llega, el público se pone en pie . El estruendoso aplauso se confunde con la música de los cornetas y tambores. La procesión del duende ha entrado en el Maestranza de la mano de Lorca, con sus poemas y sus textos, y Miguel Poveda ha vuelto a la Bienal por la puerta grande.