Tellado es un problema
Las jornadas que han organizado esta semana Arturo Pérez Reverte y Jesús Vigorra en Cajasol trataban de resolver una cuestión que inquieta a muchos españoles: ¿Los políticos son la solución o el problema? El debate provocado en Sevilla ha tenido repercusión nacional porque por el escenario han pasado responsables públicos de todos los partidos. Pero la sesión más destacada de todas ha sido la protagonizada por los portavoces de las dos grandes fuerzas políticas en el Congreso, el socialista Patxi López y el popular Miguel Tellado. El encuentro se presentaba como una oportunidad para demostrar que los garrotazos cotidianos forman parte del juego parlamentario, pero fuera del cuadrilátero político López y Tellado son personas razonables. Pero ocurrió todo lo contrario. El portavoz del PP fue a degüello. Llevaba hasta cartulinas preparadas para atizar a su rival con invectivas bastante groseras y actitudes poco educadas. Mientras atizaba a López como si se estuviese jugando la vida, el lema de las jornadas languidecía detrás: «Políticos, ¿solución o problema?». El portavoz socialista cometió la torpeza de no saber aguantar y terminó la contienda igualando a su contrincante en diatribas y vituperios. El espectáculo fue sonrojante. Pero el principal responsable del vodevil fue Tellado, que empezó el ataque y provocó que López tuviese que abandonar su tono conciliador del principio. Y después de la gresca, que por momentos llegó a ser chabacana, quedó en el ambiente un mal rollo generalizado que conduce una reflexión inevitable. La barbarie sanchista, que es incuestionable en muchas cosas, no se puede combatir con más barbarie. Se equivoca el PP intentado igualar el tono pendenciero de bullangueros como Óscar Puente. Porque la inmoralidad se combate con principios, la mezquindad con bondad y la chulería con señorío. Cuando se opta por acabar con la maldad con más maldad, el resultado siempre que gana una de las dos maldades. Es decir, perdemos todos. Y el camino para derrotar al sanchismo no es ponerse a su altura, sino a distancia. Tellado tiene un tono muy beligerante a la vez que simplista, carece de una oratoria capaz de dominar la ironía, no entiende la diferencia entre derribar al adversario con argumentos y devastarlo con insultos. La semana pasada vimos a Felipe González sobre el mismo escenario repartiendo estopa para todos. Sobre el líder del PSOE dijo: «He estado más veces de acuerdo con Pedro Sánchez que él consigo mismo». Y luego le dio un puyazo al PP: «Algunos de los míos dice que me he vuelto del PP, pero eso no es así porque en ese caso el PP habría ganado ya». Como se aprecia, entre esta retórica y la de Tellado hay varios años luz. Y lo único que va a conseguir Feijóo con un portavoz así es ser atrapado por la máquina del fango al que intenta atraerlo Sánchez, un espacio donde su contrincante le da mil vueltas. Lo revolucionario ahora tal vez sería ofrecer serenidad, modales y argumentos sólidos. Porque Tellado resolvió la pregunta del debate en cinco minutos: es un problema.