Cortes Españolas (II)

Con una treintena de votaciones perdidas en el Congreso en apenas ocho meses y el cien por cien de las ocurridas del Senado, con semejante paliza parlamentaria en el cuerpo y más que rojo ya amoratado, el sanchismo deambula por la lona política como un boxeador sonado, con el mismo espíritu que guiaba en la tele de los setenta a Kid Tarao, aquel púgil ficticio que popularizó Tony Leblanc que presumía de estar «¡hecho un mulo!» pues se pasaba los días «del gimnasio a la Casa de Campo y de la Casa de Campo al gimnasio». Uno escucha, por ejemplo, a cualquier ministro, a la sin par Esther Peña (a punto de ser nombrada hija predilecta en Cuenca, Soria, Teruel ) o al inigualable Patxi López (con ese tonito de perdonavidas que se encampanaba en los recreos del cole) y parece que el sanchismo se haya dado un atracón de Bovril, aquel concentrado vitamínico también en los setenta, que le confiere una energía y un garbo extras que son la envidia nacional y el asombro de Europa. En la foto del momento, Sánchez aparece en jarras con la apostura de un cangrejo macho, desafiante desde cualquier almena que corona el muro que ha levantado para contener al fascismo. Pero como en el cuento de Andersen, en realidad el emperador va desnudo, rodeado de una corte de cobistas y aduladores a tiempo completo que no se atreven a decírselo. El otro día, Ábalos –sanchista de primera hora expulsado del movimiento por sus trajines con esto, esta y aquello– le recordaba a sus excompañeros esa anemia parlamentaria que sus simpatiquísimos socios de investidura ya le habían anunciado con un símil deportivo: «no se puede ir al Tour sin bici» . Por mucho que Sánchez simule que padalea (‘air clycling’) así es difícil que termine la legislatura. Por eso el discurso ante el Comité Federal socialista y por eso esa amenaza estremecedora en boca de cualquier dirigente que se tenga por demócrata: «agotaré la legislatura con o sin el poder legislativo» , con la que confirma su intención de hacer fosfatina la función de la sede donde descansa la soberanía del pueblo español. Con un par de retoques, le queda el asunto como aquellas Cortes Españolas de Franco. Ya lo estoy viendo: por el tercio familiar, Begoña, el hermano músico y su colega Iñaqui; por el sindical, Sordo y Álvarez, palmeros de excepción, ya sea en palma simple o redoblá; y el tercio restante, procuradores elegidos a dedo en las instituciones previamente ocupadas por afines al sanchismo: Cascajosa, Tezanos, Escrivá, Oliver… la lista es casi infinita.Nunca ha sido Sánchez un fan de la vida parlamentaria quizá porque antes de llegar a La Moncloa él perteneció a la estirpe de diputados cuya única función es no equivocarse de botón en las votaciones, «tú calla y vota, campeón, mejor que no hables», toda una ofensa para su inextinguible ego. Desde entonces le cogió manía al Congreso y de hecho no dudó en cerrarlo inconstitucionalmente (según el TC) durante la pandemia. Y de la manía, al miedo, porque el famoso «sólido bloque de la investidura» dura lo que dura, como en el trabalenguas.

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *