Trump juega con la economía
Los mercados internacionales reaccionaron muy negativamente ante los preparativos de la guerra comercial que desea librar Donald Trump, anticipando parte del «dolor» que él mismo reconoció que sufrirá su país en el camino de una nueva «edad dorada». El presidente estadounidense firmó el sábado las órdenes ejecutivas que imponen aranceles a sus dos vecinos -Canadá y México-, con los que tiene un tratado de libre comercio, y a China. Durante el fin de semana también recordó que tomará medidas contra la Unión Europea. Sus órdenes debían entrar en vigor hoy, aunque, pocas horas antes, anunció que aplazaba un mes la entrada en vigor de los aranceles con México y Canadá. La situación de incertidumbre generada por el mandatario estadounidense ha puesto en estado de alerta a medio planeta y las bolsas se convulsionaron, convirtiéndose en campo de la especulación y la incertidumbre. Con razón ‘The Wall Street Journal’, considerado la Biblia del mundo de los negocios en Estados Unidos, calificó las acciones del presidente como «la guerra comercial más tonta de la historia». Es cierto que Trump no puede derogar las leyes de la economía, aunque quisiera. Al mundo que tenemos hoy le tomó décadas aprender que las guerras comerciales perjudicaban a todos y que el libre comercio en condiciones equitativas aumenta la prosperidad en general. Los aranceles son impuestos y cuando se grava algo se obtiene menos de ello. Quién deberá pagar el impuesto dependerá de la capacidad que tiene el consumidor para prescindir o sustituir el bien afectado. Pero a la larga, como un arancel suele venir acompañado de una represalia económica similar -como la que ya anunció Canadá «a regañadientes» sobre los productos estadounidenses-, lo que se consigue es una depresión generalizada de la actividad económica.Pero estos aranceles de Trump no son un fenómeno económico, sino una herramienta de extorsión política. Esto lo demuestra el hecho de que su levantamiento está condicionado a metas caprichosas, fijadas por el presidente. Una de ellas es que desciendan las muertes de estadounidenses provocadas por la adicción al fentanilo, que se cifran en unas 200 personas diarias. Pese a la falta de racionalidad del parámetro, sujeto a muchos más factores que el simple contrabando fronterizo, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, lograron ayer sendos acuerdos con Trump para aplazar las medidas contra sus países. Todo ello a cambio de desplegar fuerzas de seguridad en sus respectivas fronteras con EE.UU. para frenar el narcotráfico -incluido el de fentanilo, en el que tanto ha incidido el mandatario estadounidense- en las zonas limítrofes y unirse en la lucha contra los cárteles mexicanos. Por lo visto, la sucesora de López Obrador en el vecino del sur seguirá el camino de su antecesor, que consiguió llevarse bien con Trump, e incluso Trudeau para aceptar lo inevitable.Se dice que el presidente de Estados Unidos tiene mentalidad transaccional, por su pasado como empresario inmobiliario. Lo extraño es que haya empezado por amenazar a las economías que están más integradas con la suya, en vez de buscar un enemigo lejano; si su juego es ése, la estrategia puede acabar desgastándolo. Que el comercio mundial esté en vilo por este tipo de decisiones discrecionales es una invitación y un estímulo para que los flujos económicos y las cadenas de valor se reorienten entre países que estén dispuestos a compartir un mismo conjunto de reglas.