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La malvada ideíta de colar por la puerta de atrás abusando del invento del cuarto turno, o sea sin opositar en justa lid, a una nutrida cuadrilla de jueces afines, o sea sumisos, gracias al zurderío sanchista que los enchufa sin vaselina, no es un homenaje al Paul Newman de ‘El juez de la horca’, como se podría sospechar por aquello de celebrar el centenario del actor, sino una barbaridad que derrumbaría nuestra democracia. Estos novísimos jueces adoctrinados hacia la docilidad y el «sí, señor» actuarían, pues, como aquel juez del río Pecos enamoradiscado de Ava Gardner hasta la última muesca de la culata de su revólver, sólo que igual aquí suspiran por Karla Sofía Gascón para ceñirse en el pensamiento correcto que se les supondrá.Decía Pla que envejecer no es sino un proceso de enfriamiento continuo. Acertaba. Pero también el transcurrir de los años, en general, supone un deslizamiento progresivo hacia el pesimismo. Observas a tus compatriotas y recuerdas la frase atribuida a Churchill, ese «el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con un votante». Por alguna razón que no comprendo a la mayoría del personal le importa un bledo, incluso un huevo, o si me apuran dos, que la Justicia pierda su independencia. Aunque con los sueldos actuales y los problemas cotidianos de intendencia básica, tampoco podemos exigir que se preocupen de cualquier asunto que supere las tinieblas del fin de mes. Vamos a lo nuestro. Moramos en la covacha de nuestro ombligo y nos alimentamos de sus amargas pelusillas. ¿Jueces mansurrones me comenta usted? ¿Y a mí qué? Mi hijo luce más arrugas que los trajes de Don Johnson en ‘Corrupción en Miami’, todavía vive con nosotros y cobra limpios algo más de mil pavos mensuales. No, no pretenden un guiño al Paul Newman/Roy Bean de la película dirigida por Huston, sino al Paul de ‘Camino a la perdición’, donde interpretaba a un gerifalte de la mafia irlandesa. Ahí, en esos barrizales de trampas y martingalas demoledoras, sí se ajustan sus ocurrencias.