Del trueque de víveres al de cultura: un paseo por la historia de los mercados gallegos

El pasado miércoles abrió sus puertas, en Santiago, ‘Prazas de abastos’. Una exposición que reivindica la importancia de una actividad tan sencilla y directa como es la venta de comida; y que, sin embargo, ha moldeado la evolución de la demografía y la sociedad gallega durante siglos. Orquestada por la Fundación RIA –y ubicada en su sede compostelana–, la muestra ofrece un recorrido por la historia y tradición que rodean los mercados gallegos, y se complementa con un programa más amplio con proyecciones, charlas, experiencias gastronómicas y visitas guiadas. En la muestra, una selección de textos, paneles y gráficos documentan el origen y evolución de los mercados, las ferias y los mercadillos en sus diferentes tipologías. También se abordan cuestiones como el sentido orgánico de su distribución territorial, que responde a su relación con el paisaje productivo más inmediato. Además de datos que diseccionan esa producción: dónde se desarrolla, en qué cantidades y qué relevancia tiene para el entorno. Todo ello, ilustrado por una selección de fotografías que retratan el día a día en estos lugares de intercambio procedentes de diferentes archivos, personas y entidades contribuyentes. Es una exposición «humilde», recalca el director de la fundación, Manuel Rodríguez, la que acoge estos días su sede; pero busca formar parte de algo más grande. Con ella como eje, se configura un programa cultural que reivindica el valor patrimonial de las plazas de abastos a través de coloquios, actividades e, incluso, un concurso de cortometrajes.En Galicia, el papel de los mercados como puntos neurálgicos lleva presente desde siempre. «La arquitectura y el urbanismo se mezclan muy rápidamente con el paisaje productivo» a lo largo y ancho de la Comunidad, expone Rodríguez: «La naturaleza que nos circunda nos da de comer y nos ofrece servicios que ahora llamamos ecosistémicos», pero que desde siempre «han sido la base de la vida y de la forma de asentarnos». Esa realidad la refleja la distribución tradicional de la población gallega, dispersa en pequeños núcleos y aldeas, que «responde a esa capacidad del territorio, de la tierra, de sostener la vida, de alimentar a las familias». En lugar de concentrarse en grandes asentamientos, la mayoría de la gente vivía en esas pequeñas células que, después, se conectaban a través de los mercados para abastecerse de los productos que faltaban en sus hogares. Y, de esta forma, poco a poco pasaron a ser puntos de intercambio no solo de alimentos; también de anécdotas, creencias, mitos e idiomas.«Queremos hacer un pequeño recorrido por todo esto», manifiesta Rodríguez. La primera parte de la muestra repasa el origen de los mercados y su evolución e ilustra la disponibilidad y distribución de los productos a lo largo del año, o cómo se realiza su trazabilidad. También cuestiones prácticas: «Por ejemplo, muestra cómo leer la etiqueta del pescado de una lonja para saber perfectamente de dónde viene; así podemos tener una conciencia mayor de lo que consumimos», abunda. Para complementarlo, otro apartado recoge datos que ayudan a entender las realidades tras algunos de los principales paisajes productivos de Galicia. Desde los que experimentan fuertes cambios en los últimos años, como el descenso en la producción de bivalvos en las rías; hasta otras que siguen tendencias más relajadas, como el aumento en la producción de carnes, como pollo o cerdo, en detrimento del huevo.«Se trata de ampliar el conocimiento sobre lo que comemos, dónde se produce y se vende, y sobre qué representan estas infraestructuras públicas», expresa el director de la Fundación RIA. Señala el ejemplo más próximo, la «espectacular» Praza de Abastos compostelana que el presidente de la fundación, David Chipperfield, define como «la segunda catedral de Santiago». Se trata de destacar ese carácter universal: «Eso es lo que realmente queremos exaltar. No solo de la plaza de Compostela, sino de todas». Potencial para dinamizarPorque, con el ojo puesto en el presente, la percepción que comparte Rodríguez es de que ese modelo peligra. Afronta «una encrucijada de caminos entre la desaparición, la turistificación… va perdiendo ese carácter estratégico». «Tiene que darse una vuelta para, sin perder esa esencia, adaptarse a los tiempos que corren, en los que las plataformas digitales permiten otro tipo de consumo. Pero también seguir atrayendo y abasteciendo, sobre todo, a los consumidores locales con las producciones del entorno. Creo que eso es importante. Que una plaza de abastos pueda servir como herramienta de dinamización económica y productiva, igual que otras plazas», pondera.Más allá de la exposiciónEn vez de abarcar la amplitud de este relato con una sola exposición, la Fundación RIA organiza un programa público de actividades que se desarrollará durante los próximos tres meses. Habrá conferencias –como el encuentro del pasado jueves con la veterinaria y escritora María Sánchez–; y algunas, con marca de la casa: un formato original, ‘Arredor da Cociña’, invitará a productores a la Cantina de la Casa Ría para organizar jornadas que mezclarán los banquetes y los coloquios. En paralelo, se proyectará el concurso de cortometrajes ‘Alén do Mercado’, que explorará la vida de los placeros «más allá de su trabajo en la lonja, en la huerta o en la compraventa de ganado».

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