Un suicidio blanco

La errática temporada que lleva el Madrid y la visita del Salzburgo en noche de perros invitaba a una meditación sobre el suicidio. Según Thomas Bernhard, en Salzburgo, la Roma alemana, por su humedad, llueven los suicidas, al comienzo del colegio, en el otoño, que en Madrid, la Roma manchega (¡don Santiago Bernabéu vino de Almansa!), es la cuesta de enero.«La época de aprender y estudiar es, principalmente, una época de pensar en el suicidio, y quien lo niega, lo ha olvidado todo», insistía Bernhard, traumado por sus años de internado salzburgués de Grünkranz, en cuya habitación de los zapatos («Prohibida la entrada. Ejercicios de violín») tocaba el violín completamente entregado a sus pensamientos de suicidio, hasta el punto de que el violín acabó pareciéndole menos un instrumento musical que un instrumento para desencadenar su meditación sobre el suicidio, como la nuestra ante la alineación de violines presentada por Ancelotti.Durante la guerra, los salzburgueses creían que «por su belleza mundialmente famosa» la ciudad nunca sería bombardeada, pero lo fue: «El tercer bombardeo americano de la ciudad fue el más terrible… Mi violín quedó aniquilado». Como el buen Salzburgo de Thomas Letsch bajo la carpa futurista (bella, a su modo) del Bernabéu, en una Liga de Campeones cuyo nuevo formato parece favorecer a los segundones, si tenemos en cuenta los naufragios de los peces gordos en el curso de la liguilla, condenados a una repesca que dañará muy seriamente, en lo más empinado de la temporada, las fuerzas físicas de los equipos. O será, como dice Guardiola , que los segundones «tienen una fisicalidad que nosotros no tenemos», comentando el partido de su City con el PSG del canchero Luis Enrique. Fisicalidad… y ayuda ceferina en Lisboa para voltear un resultado adverso.El suicidio blanco en Champions, que todavía tiene remedio y puede que un final feliz, y todo el mundo lo tiene metido en la cabeza, fue perder con Lille, Liverpool y Milan, ninguno de los cuales tenía media torta, de habérselos tomado en serio, igual que ocurrió en los dos Clásicos, en cuya gatera se dejó muchos pelos el lobo. Arrullado en la hamaca de Mbappé, el Madrid de este año parecía haber inventado el teletrabajo (ese cáncer laboral que Trump ha eliminado en el funcionariado federal con una simple firma), y a fecha de hoy se ve en la encrucijada de una repesca contra Bayern o Juventus para pasar a unos octavos contra Liverpool o Barcelona. Del peligro de la situación de fe la inimaginable irascibilidad (muy de payés en inminencia de un nublado) de Ancelotti , con salidas de pata de banco como la que se le escapó en rueda de prensa:-Estoy un poco confundido. He oído que jugamos muy mal al fútbol y lo que veo es que el Real Madrid es el líder. Seguiré estudiando para ver quién se equivoca.Su balance ante los grandes en lo que va de temporada no avala ese comentario de madrileñista de zarzuela: cero victorias, cuatro derrotas, un empate, quince goles en contra y cuatro goles a favor. Estos números sirven, si acaso, para hacerse una idea del nivel de la Liga doméstica y hasta de la Copa, donde el Madrid se medirá con el Leganés, sorteo que tiene a atléticos y a culés llorando de envidia copera, cuando el Leganés se los pasó a los dos por la piedra liguera (al Barcelona en Montjuic y al Atlético en Butarque). Si uno pudiera elegir, elegiría Champions y Mundial de Clubes y dedicaría la Liga y la Copa (el fútbol español conspira contra los regates de Vinicius y los desmarques de Mbappé) para ensayar cosas.Ir por la Champions y por el Mundial sin centrales ni laterales (viendo correr a Modric, yo probaría a Chendo en el carril derecho) es una chulería tan madrileña (¡y tan madridista!) como tocar el organillo con el codo. Añadamos las ovaciones del piperío ronceril… ¡a Ceballos! (el mismo piperío ronceril que pita a Aureliano) y a algunas carreras demagógicas por inútiles (Raúl las bordaba) de Mbappé, que ya ha descubierto el punto G del público Bernabéu. ¡El factor Ceballos! Al final resulta que Gil tenía razón, cuando señaló a Ceballos como el futbolista más determinante del Madrid, pues sacó un comunicado a lo Lutero contra un árbitro que «perdonó la segunda amarilla a Ceballos». Qué maravilla.

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