Los majestuosos muertos de Edgar Lee Masters

Los muertos de Edgar Lee Masters vienen de una lejana y angosta profundidad humana que muy pocos poetas son capaces de invocar. Su cósmica verbalización de voces, ensueños, amargura, injurias, deseos abortados, reformas traicionadas y, en fin, vidas sin sentido que se yerguen majestuosas contra el miedo y las contrariedades que las despedazaron, es fruto de una imaginación que pertenece a la literatura universal.Los muertos de Masters están llenos de destino, como si su epitafio apasionado trasladase a la tumba lo que la vida, su contrahecho y aciago paso por el mundo, conservó de más puro y auténtico, el anhelo del alma por evadirse de la soledad y sustanciarse en una poesía democrática de la existencia.POESÍA ‘Antología de Spoon River’ Autor Edgar Lee Masters Editorial Galaxia Gutenberg Año 2025 Páginas 696 Precio 28 eurosPorque, al igual que en ‘Hojas de hierba’, en la ‘Antología de Spoon River’ hay una celebración de la condición humana que apuntaría a esa fina hebra de pasiones, éxtasis y locura que compone los trabajos y los días del común de los mortales. Por eso, en esta profusión de lápidas sucintas, que en unos pocos versos contienen la intensidad y la densidad de una novela, lo cual acreditaría al poeta, al vate visionario, como una cima de la creación, aparecen nombrados y delineados tantos oficios, tantas versiones populares de los oficios. Lo que, entre otras muchas cosas, probaría el alcance del prodigioso oído de Masters a la hora de entender que el rumor de la gente forma parte inexorable de lo que Pavese , admirador entusiasta de la Antología, denominó el oficio de vivir.Pero para vivir, para apurar la vida hasta las heces y tragarse toda su amargura y sinsabores, hay que morir. Y solo desde la muerte, al igual que solo desde el regreso a Ítaca, la vida confiesa su destino en la congelación lapidaria de su pasión característica. Haber llegado a este entendimiento de las cosas en un rapto creador que se hallaría, junto al de ‘Pedro Páramo’, entre los más arrebatadores del siglo XX, sitúa, sin lugar a dudas, a Lee Masters en la compañía de experiencias poéticas como la del Dante de la ‘Divina Comedia’. Al igual que este, aquel es un poeta del mundo terrenal que aprehende el carácter y espíritu de sus muertos en la ristra de pasiones, obsesiones, afanes y fracasos que irradia de sus vicisitudes. Y ello con la sabiduría de quien, en unos pocos versos, los dedicados a cada uno de ellos, es capaz de transfigurar la grosera mixtura terrestre que exhala su existencia en una figura literaria perfectamente reconocible por el lector. Creo que la claridad de Masters en el tejido de esta urdimbre de vidas y destinos sería lo más destacable de su Antología. Cabría decir que Lee Masters, como Juan Rulfo, tiene detrás de él veintitantos siglos de historia de la literatura occidentalY, en este punto de transparencia sin igual, de elocuencia superlativa, su condición de escritor americano jugó a favor del equilibrio que representa aquella. Como si sus profundas convicciones liberales y su muy desarrollado sentido para las injusticias le hubiesen im pulsado, por piedad y empatía hacia sus semejantes, a ese estado de gracia en el que los principios democráticos se expresan en los términos de una particular e idiosincrásica invención del hombre.Decía Walt Whitman de Abraham Lincoln que estaba poseído por el «genio idiomático occidental». Del mismo modo, cabría decir que Lee Masters, como Juan Rulfo, tiene detrás de él veintitantos siglos de historia de la literatura occidental. Tal es el grado de hondura y perfección que alcanzan sus epitafios, o anti-epitafios, en la captura de ese momento de una vida que da testimonio de toda la soledad que encierra. Pues la elegía de Masters, que nos retrotrae al vértigo histórico de la joven nación americana, termina siendo un cuadro, por tomar el título de una gran novela, de «los esclavos de la soledad». ¿O es que al fin, como arguye el poeta de Spoon River, el «anhelo del alma» no entraña la «soledad del alma»?Fe y esperanzaPocas medidas más cáusticas, exactas y elocuentes se han tomado de los seres humanos como las que se exponen en este breviario de injurias, de arrebatos, de zozobra y perdición, pero, también, de fe y esperanza en las fuerzas de una humanidad anónima y desconocida. Lee Masters compartiría con James Agee, otro de sus hijos dilectos, el mismo aliento del legendario «elogiemos ahora a hombres famosos».La poesía democrática de la existencia de los Whitman, Masters y Agee, al igual que los discursos de Lincoln, constituiría una encarnación del «viejo topo» que, desde Homero, dibuja los perfiles imaginados de la condición humana. Su labor de zapa, siempre renovada, habría dilucidado, en el promisorio horizonte americano, un espacio incomparable donde aclimatar la universalidad de su sed de ficciones, de problemáticos emblemas, de herrumbre misericordiosa.

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