Mtnez. Sabina
Ya ha habido tiempo para la lágrima. Ya han salido las plañideras impresas. Ya todo es otro mundo. Ya se ha inundado la Biblioteca Nacional con Ernesto Urtasun silbando, y ya por la M30 sí que galopa el caballo de la desolación. El día iba a llegar, pero aún nos quedaba, y nos queda, esa ilusión de poblar su misma ciudad teniendo un ramillete de amigos comunes, y que la voz se nos casque como a él cualquier noche inopinada, cantando en un taxi. Que le guardemos un vals nos dice , y se lo guardaremos, lo juro, porque cuando Joaquín Sabina se puso alas de diablo y me contó Madrid en 19 días y 500 noches, supe que el mundo estaba en el tren, y que ese mismo mundo empezaba en Atocha. También que, de su mano, uno se veía con Bambino, con José Alfredo, con Discépolo. Este ir yéndose de Joaquín Sabina, con un videoclip a media luz, en una barra vacía y repleta, no sólo es el fogonazo final, cree, de su vida artística. También el de media España. Es mi adolescencia, aquella tarde en el sur en que Joaquín Sabina iba a tocar y no tocó en un recital, y me tuvo como de chico de los recados con la sonrisa cómplice de su ‘Jime’ y mi jersey llevando sudores de su resaca. Recitó cinco poemas y dijo que, para lo demás, los grandes almacenes.Madrid, mi Madrid, se va apagando aunque luzca fugaz la dentadura postiza de Sabina, y en el vídeoclip sonría Ricardo Darín con esa galanura eterna de la madurez. De Sabina hay tratados, un cameo aproximado de su padre en ‘El jinete polaco’ de su paisano Muñoz Molina, y un fotograma de él haciendo de Groucho. Amanece un lunes en el lodazal ya sin la ilusión de que Quevedo con bombín nos cante. Ahora las whiskerías ponen mala cara cuando uno guarda luto ligero por un dios menor, y parece que uno sobra del mundo en estos días oscuros.Que sí, que se ha escrito todo lo ‘sabinable’. Pero dejadme que me enfrente a este momento vital en el que me han pasado a otra era. Cuando ha llegado ese síndrome del viejazo que decía Gistau . Cuarenta años he tenido a mi Dylan de Úbeda, a mi Joaquinito de mi vida, que eras crápula como yo…