Victorino Martín y Emilio de Justo: da igual cuando lea esto
Se cortaron nueve orejas, pero de no ser por el acero estaríamos hablando de la docena tal y como iba la triunfal (y triunfalista) tarde, en la que de nuevo Victorino Martín marcó diferencias con una interesantísima corrida, de variado y notable juego. Enfrente: Diego Ventura, que apostó por la A coronada y brindó un soberbio espectáculo; Curro Díaz, con principios y finales bellísimos ante el lote de más temple y calidad; y Emilio de Justo, al que la absurda petición del indulto y el desacierto con la espada privó de puntuar en el encastado tercero. Suyo fue el lote más exigente y ahí quedó patente de nuevo su complicidad con esta divisa: Victorino y Emilio, Emilio y Victorino. Da igual cuando usted lea esto. San Lucas y cierra España. Jaén, la última feria oficial de la temporada , lucía un aspecto de vitalidad, de ganas de toros. No eran de cualquier hierro: el marcado en ‘Las Tiesas de Santa María’ lucía. Volvían a encontrarse Victorino y Emilio de Justo , un tándem que nunca falla: a la soberbia tarde como único espada en Valladolid se sumaba la reciente de Otoño, donde se marchó a pie por no refrendar con la espada un conjunto de Puerta Grande. Y de nuevo la tizona fue su cruz. Era un día grande: Diego Ventura, la máxima figura del rejoneo, se citaba con los victorinos, algo inusual en los caballeros. A lomos del jovencísimo Quírico colocó dos rejones de castigo a Correcalles, algo desentendido de salida, pero humillador y con ritmo. Fue sobre su hermano Nómada con el que brotó la magia del toreo, con una expresión inconfundible mientras toreaba a dos pistas. Torerísimo siempre el de La Puebla del Río, exponiendo una barbaridad en los trincherazos por los adentros, citando con el pecho, templando, cada vez más despacioso, y con esa curvatura del cuello de Nómada. Un prodigio ecuestre, que sembró la locura en las banderillas sobre Bronce y sin cabezada. Con sones de violines y rosas remató con Guadiana. Fulminante el rejón final, con dos orejas de una tacada. Colocó la cara el vareado segundo en el capote de Curro Díaz, el torero que salvó la tarde de la ‘espantá’ en Linares. Mucho sabor imprimió, con pasajes muy toreros, como en ese cierre por abajo dentro de una faena con distintos ritmos a un Veneciano nobilísimo. Se cayó la espada, aunque ni eso frenó la doble pañolada, muy generosa la segunda. Noticia Relacionada opinion Si ¿Para cuándo un último vals de José Tomás? Rosario Pérez El maestro de Galapagar participa en el videoclip de Joaquín Sabina, una auténtica obra de arteTorero y acertado el brindis de Emilio de Justo a Ruiz Miguel, maestro especialista en victorinos. Complicado era este tercero, un animal exigente capaz de quitar el aliento. Un toma y daca con el encastado cárdeno, con mucha transmisión. Qué bien los entiende el de Torrejoncillo . Y qué seriedad en su embestida tenía Paquito. Completamente convencido el extremeño, que cuajó al toro por ambos pitones. Toreando con asiento y verdad, más centrado en el zurdo. Ahondó en el final por el derecho, abandonado sin ayuda. Se presagiaba el triunfo grande, pero comenzó un fortísimo runrún de indulto, con tanto bullicio que descentró al propio matador. Miraba al público, preguntaba al presidente qué hacía. Y el palco fue claro, con buen criterio: había que matar. Pero aquello se demoró, De Justo pinchó y se quedó al borde de los tres avisos. En saludos quedó el capítulo más vibrante, mientras Paquito era premiado con la vuelta en el arrastre. Feria de Jaén Plaza de toros de la Alameda. Sábado, 19 de octubre de 2024. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Victorino Martín, reglamentariamente despuntados los de rejones (1º y 4º), de buen juego en conjunto dentro de la variedad; el encastado y exigente 3º fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; más exigente y tecloso el lote de Emilio de Justo que el de Curro Díaz, con un 5º de mucha clase. Diego Ventura, rejón fulminante (dos orejas); pinchazo y rejón (oreja). Curro Díaz, de cielo y oro: estocada caída (dos orejas); estocada desprendida (dos orejas). Emilio de Justo, de verde botella y oro: seis pinchazos y descabello (saludos tras dos avisos); media en lo alto y descabello (dos orejas). Puerta grande: Los tres toreros y el ganadero salieron a hombros.Brindó Ventura al ganadero el cuarto, más complicado. Con Guadalquivir, una pintura hermosísima, paró al toro. Bárbaro su valor con Lío, un caballo excepcional, con el que batió como sólo el centauro sabe. De nuevo un trío de violines cortos alargaron las ovaciones antes de las flores mientras rotaba sobre el victorino como un compás. Otra oreja subió a su imparable marcador. Serio el quinto, más altote, pero queriendo humillar también. Curro, que tuvo el lote de más calidad y ‘sencillez’ -con comillas, sí, que fácil no hay ningún victorino- brindó a Emilio y, sin más, abrió los caminos al toro de manera genuflexa. Sin andar sobrado de poder, Milanés era dueño de una clase superlativa, ideal para el concepto artístico de Díaz. Carteles de toros acunó el linarense por el izquierdo -hubo dos naturales de escándalo-, por donde se sintió en una faena envuelta en aroma, vertical, todo con armonía. Otras dos orejas se anotó en la triunfalista tarde. Emotividad traía el sexto, que cumplió en el peto -un solo puyazo, como sus hemanos-. Pesaba mucho este Mojarro: pese a obedecer, no era agradable y se revolvía en los de pecho. Sonreía De Justo, a gusto con una divisa que entiende como nadie hoy, con ese ‘feeling’ que ha logrado con esta ganadería. Más corto por el zurdo, por donde dejó naturales de sincera desnudez. Se trago la muerte Mojarro, con media estocada en lo alto, pero un golpe de verduguillo bastó para sumarse a la fiesta de la triple puerta grande. Perdón, cuádruple: todos en volandas, toreros y ganadero. Y los espectadores fueron felices: nadie se quedó sin comer perdices.