Lorenzo Caprile: «Admiro a Del Bosque por ser un ejemplo de coherencia»

Referente de la moda, Lorenzo Caprile (Madrid, 57 años) igual diseña un vestido para la Casa Real que presenta un exitoso programa de TV. Del Atlético , sincero, afable y muy por encima de los convencionalismos, el modisto de las mil facetas habla de fútbol, otra de sus pasiones.-Usted no proyecta la idea de vivir atrapado sólo en el mundo de la moda. ¿Qué lugar ocupa el deporte en su listado de inquietudes?-Reconozco que, como practicante, he sido la oveja negra de la familia. Cuando me apuntaban a algún curso de regatas era un desastre. Siempre he tenido problemas de sobrepeso, ya controlados. Me ha costado y, para practicarlo, me tengo que obligar, pero hago bicicleta y yoga, por ejemplo.-¿Sigue siendo del Atleti?-Sí. Soy hincha por tradición familiar. Mi abuelo, cuando llegó a España en los años 40, enseguida se hizo socio del club. Tenía muy buena relación con don Vicente Calderón . A veces, nos llevaba al palco. A mis primos y a mí.-Hay cosas que no cambian. El equipo sigue sin convencer y Simeone en la diana.-A mí es un entrenador que me gusta. No se anda con rodeos. No como Valdano, con toda su filosofía del fútbol. Chico, que al final no dejan de ser unos chavales que le dan al balón y unos días les sale y otros no. Es como si yo me pongo a teorizar sobre la raíz cuadrada de la sisa. Las cosas, en su justa medida.-Con tantos frentes laborales, ¿le da la vida para seguir lo que hacen los rojiblancos?-Me entero en las reuniones familiares. Y más de las derrotas que de los éxitos. Mis primos me tienen al corriente, por lo que suben a Instagram.-Del Atleti, pero de jovencito se subía a la azotea de su casa para ver al Real Madrid. Hasta para eso es usted poco convencional.-Vivíamos cinco en una casa, al lado del Bernabéu . Cuando se construyó el estadio, allí no había nada y, el mío, era el edificio más alto de la zona. Subíamos a la azotea a ver el fútbol. El fútbol y todas las exhibiciones que se hacían allí, como las de la OJE, a las que iba Franco, o el desfile de la victoria. Todo.-Usted le diseñó un vestido a una novia, camuflándole un escudo del Atleti en los bajos. ¿Le suelen pedir ese tipo de cosas o fue una travesura suya?-Fue una petición del novio, que era amigo mío. Ella se enteró el día de la boda. A veces, algunas deportistas me piden que les cosa cintillas de alguna competición o algún recuerdo familiar. Treinta años de taller dan para mucho.-¿Nunca se ha planteado diseñar moda deportiva?-Me lo han ofrecido, pero no me he decidido. Algún equipo vino a proponérmelo, pero el mundo de los uniformes (una equipación se considera uniforme) es un caramelo envenenado. Los prototipos siempre quedan bien, pero luego los debes adaptar a tallas y cuerpos diversos. Exige materiales especiales, además. No, no… para eso hay especialistas. Aunque no fue equipación deportiva, pero uno de los grandes fracasos de Balenciaga fue el diseño del uniforme de Air France. Fue un proyecto muy polémico. En aquellos momentos, le fue bien el dinero pero…-¿A qué futbolista admira?-A un entrenador: Vicente del Bosque . Por su trayectoria vital, por su coherencia, porque es accesible, porque no se anda por las ramas y al pan le llama pan y al vino, vino. Creo que es un gran referente. Muy coherente, como yo intento ser, en este mundo lleno de contradicciones. Como decía Pablo Iglesias, hay que aprender a cabalgar con las contradicciones. Y creo que Vicente se esfuerza en mantener esa coherencia.-El deporte es un reflejo de todo lo bueno y lo menos bueno que tiene una sociedad. ¿Somos demasiado tolerantes con la violencia en los estadios?-El deporte es, como la moda, algo muy visceral. Son reacciones en tiempo real de lo que somos, una sociedad muy polarizada. Un termómetro. Eso de conmigo o contra mí favorece los fanatismos. Pasa aquí y en todo el mundo. La famosa tercera vía, en la que me incluyo, y quienes la defendemos, quedamos huérfanos.-¿Tiene solución?-No. Aprovechan el deporte para pagar sus frustraciones. Pero esto es el circo y pan de nuestra sociedad. Es mejor saber que va a haber episodios de violencia, más o menos controlada un día, en un sitio como un estadio, que no brotes aquí y allá. Hay que luchar contra ello, pero es difícil controlarlo.-¿Diría usted que España es un país racista?-Aquí, en mi taller, hay gente de todas las razas, religiones y orientación sexual. No creo que por unos episodios muy concretos en campos de fútbol determinados y, especialmente, contra un jugador muy concreto seamos racistas. A veces, sobredimensionamos las cosas. Forma parte del extraño mundo que nos ha tocado vivir.-En ocasiones, da la sensación de que a algún futbolista, con mucha exposición pública, le viste su peor enemigo. ¿Qué piensa cuando les ve?-Son jóvenes, del día a la mañana se ven manejando mucho dinero y compran aquí y allá. Es comprensible. En mis conferencias, toco a menudo el tema de que, para las nuevas generaciones, los futbolistas se han convertido en referencia de moda y de estilo de vida por excelencia. Para mi generación no fue así. Donde más se ve es en los peinados, las crestas, los rapados… vienen del fútbol.-El entrenador, ¿de traje o en chándal?-Como se sientan más cómodos. Un partido no es un acto social. Es trabajo. Si quieren llevar traje porque eso le da aplomo y seguridad, pues fenomenal. No nos olvidemos que el fútbol no es sólo espectáculo. Están trabajando, tomando decisiones, es el día más duro de su trabajo.-Le leí a usted algo así como que, en la moda, se juega con la vanidad y las inseguridades del ser humano. El fútbol no le anda a la zaga.-Eso está en el ser humano. Sin inseguridad ni vanidad, Caín no mata a Abel. El fútbol es muy mediático y debes tener mucho cuidado con el ego, que es una criatura muy difícil de manejar. Es bueno porque, bien empleado te hace superarte, mejorar, emprender. Pero mal manejado te convierte en un ser insoportable.-No me diga más. El caldo de cultivo perfecto…-Claro que aparece la vanidad en el fútbol: que si este es más guapo o más feo, que si aquel ha tenido más minutos que yo o viene el Rey y a éste le da la mano y a mí no… Es así.

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