Reescribir la historia

Colón es valenciano, o catalán, o quizá balear. Dicen que era judío sefardí y que, por eso, se sabe poco sobre su verdadera identidad. Me pregunto si la «verdadera identidad» del hombre que descubrió América no es un mantra que algunos han removido para alterar la historia. Consuelo Varela, Guadalupe Chocano o Anunciada Colón de Carvajal -descendiente directa del almirante- pueden tirar ya sus investigaciones a la basura. Medio siglo metidos en el Archivo de Indias, navegando entre legajos, decenas de libros y artículos publicados, para nada. Ha llegado un forense de la mano de la televisión pública -para nada es sospechoso el interés de TVE por acercar a Colón a Cataluña en el contexto político actual- para revelarnos el gran misterio que sólo buscaban quienes estaban interesados en atribuirse su nacionalidad. Dicen que la ciencia está para dar respuestas a las preguntas. Y los periodistas, precisamente, estamos para hacerlas. Yo me pregunto, sin más ánimo que el de descartar posibles conspiraciones, por qué ninguno de los principales historiadores contemporáneos de Cristóbal Colón ha querido aparecer en el documental que ayer se emitió. O el porqué de la ausencia de Miguel Botella, el antropólogo forense que tocó con sus manos los huesos de Diego, Hernando y Cristóbal en aquella investigación de 2003, y en la que se certificó que los restos óseos que están en la Catedral de Sevilla son, efectivamente, de Colón. Y que allí, bajo el suelo del trascoro, está su hijo Hernando. Y que aquellos otros huesos itinerantes que acabaron en propiedad de un particular, eran los de su hermano. Hoy nos dicen que no, que ahora son primos segundos. Y esto, sin duda, le abre la puerta a las teorías que pretenden situar el origen del navegante en la costa mediterránea occidental. ¿Por qué? Porque los historiadores se basaban en cerrar su nacimiento en Génova por dos motivos. Primero, porque Diego (Giacomo) pidió la nacionalidad española y, segundo, porque Hernando confirmó tal procedencia en los pleitos colombinos. Como Diego y Cristóbal ‘ya’ no son hermanos, ahora sólo queda refutar aquellos escritos de Hernando. Dicen que la Inquisición hubiera quemado en una pira a Cristóbal por ser judío y que, por la amistad que guardaba con los Reyes Católicos, estaba protegido por la Corona. Que vivió en Lisboa, adonde huyeron miles de sefardíes en uno de los pogromos de la época. Y que «rezumaba judaísmo en sus escritos» porque, aunque aparentaba ser cristiano «era judío de cultura, religión, nación y de corazón». Botella, que algo sabe de esto, dijo en ABC que era «imposible» averiguar el lugar de nacimiento por el ADN. Nos alegramos que ahora Colón sea español y no italiano, pero yo, en esta sociedad de la posverdad y repleta de intereses, ante la osadía de anunciar que una película «reescribirá la historia» pongo por delante a quienes mejor conocen a este enigmático hombre que llegó un 12 de octubre de 1492 a las Bahamas. Se llaman Consuelo, Guadalupe, Anunciada… Gracias por descubrirnos nuestro mundo.

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