El pobre discurso de Pellegrini
Los últimos malos resultados y el fútbol inconstante, espeso, hasta bloqueado del Betis han dejado señalado no sólo a un buen puñado de futbolistas verdiblancos, incluso a la dirección deportiva, sino también, y no suele ocurrir mucho, a su entrenador. Manuel Pellegrini ostenta cifras ligueras notabilísimas en las cuatro temporadas que lleva en el club y, encima, puede presumir de haber logrado un título en Heliópolis, la Copa de 2022. No hay duda de los datos, de la regularidad, de la estabilidad y de la impronta competitiva que ha fijado en el equipo. Pero el derbi de este domingo le ha dejado una herida abierta grave, que puede incluso llegar a infectarse, ya que a los béticos enoja enormemente esa impotencia que se demuestra una vez tras otra ante el eterno rival. Terminar sextos está muy bien, de acuerdo, pero no doblegar nunca al Sevilla irrita en grado sumo a la parroquia. Con todo, y siendo importante lo estrictamente futbolístico y esas malas prestaciones en el campo, en lo que verdaderamente el técnico chileno está irritando a la afición por encima de sus posibilidades es en su discurso, cada vez más cargado de excusas e incoherencias y, a la vez, más alejado de la necesaria autocrítica, la lógica exigencia y la sana ambición. Ese es el flanco donde se está produciendo la auténtica fractura, donde aumenta la falla que separa poco a poco al Ingeniero de buena parte del beticismo, cansado ya de tanto conformismo como argumento único. Se podrá debatir si la plantilla es más o menos buena o si debe aspirar al cuarto puesto, al quinto, al sexto o a la intrascendencia, pero de lo que ya no cabe duda es de que la columna vertebral del discurso de Pellegrini se ha quebrado al no asumir jamás un error y sostener, para justificarse, la tesis de que esto es lo que hay y el nivel del grupo no da para más. Lo hizo, de hecho, cuando fracasó en su intento de llegar a la Europa League la campaña pasada y subrayó que la Conference «es un campeonato que a lo mejor está más cerca de lo que es en este momento el plantel».El entrenador, que de ninguna manera admite una culpa y alude constantemente a que su equipo ha sido superior en el campo contando el número de ocasiones (y no de goles), ha afirmado en paralelo y con rotundidad, como tras el pasado derbi, que su Betis juega en Europa y que ese es el objetivo del Campeonato de Liga, meterse en esas posiciones que dan acceso a un torneo continental. Y uno se pregunta: ¿para qué? ¿Meterse en Europa para qué? La pregunta se vincula a otra sentencia usual del técnico, que expuso sin tapujos hace sólo unos días: hasta llegar a cuartos, la competición europea es secundaria y hay que centrarse en la Liga. Círculo vicioso. Contradicción flagrante. ¿Es importante Europa para clasificarse y después, para jugarla, ya no y ponemos a todos los suplentes para perder ante el Legia, el Rangers o el Slavia de Praga? ¿Qué sentido tiene eso?El entrenador albiverde tiene que cuidar un poco más sus palabras e intentar transmitir con ellas una ambición y una exigencia acordes con la importancia que tiene el club y con la dignidad debida hacia una afición como la verdiblanca. Que no merece vivir eternamente en la autocomplacencia del pobrecito que no podrá alcanzar un estadio superior. El campamento base existe para seguir subiendo, no como objetivo de la escalada. El mejor argumento siempre es crecer. Y si no es así, como en esta etapa bética, al menos demostrar con las palabras que se quiere crecer. Perpetuar el mensaje exculpatorio, sin autocrítica alguna y preñado de juicios limitadores empieza a estar de más. Agota. Pellegrini merece un monumento en Heliópolis. Sin embargo, la consecución de excusas que esgrime cuando las cosas no van bien para terminar siempre acogiéndose a que es todo lo que se puede hacer ha ido erosionando la confianza que el bético tiene en él.