Roca Rey vuelve a nacer en la más durísima tarde de soledad: cornada de 30 centímetros
Andrés Roca Rey volvió a nacer en el más duro campo de batalla. Por los toros y por el público, dividido en dos bandos, con amplia mayoría de los que coreaban al peruano. Fue la más durísima ‘Tarde de soledad’ de su temporada. Las cámaras de Albert Serra, el cineasta que ahora mira a la cara del toro –que no es otra que la de la vida – con una Concha de Oro, se hubiesen acercado más que nunca a la muerte. Terrorífica la cogida: Soplón prendió al peruano por la chaquetilla, a la altura de la hombrera, mientras los pitones volaban por el pecho y la nuca, por el corazón y la cabeza. Si no se la arrancó, fue porque hay un Dios. El grito de horror, ese «aaay» sin fronteras –el miedo no las conoce–, era un coro aterrado que tardará en desaparecer de las entrañas. Asustados aún, temblorosos, los aficionados leían el parte en la ventanilla de la enfermería: Soplón le perdonó en la zona alta de su cuerpo, pero no en la media y, cuando lo izó por los aires, le propinó una cornada de dos trayectorias que afectaba al muslo y el glúteo. No fue aquella sangre lo único cruel, la otra gran dosis disparaba desde el sector más crítico, que perdió el respeto a un hombre mientras se jugaba las femorales con un animal cada vez más orientado. No vamos a descubrir ahora la intransigencia con el mandamás, pero el ambiente se cargó cada vez de mayor hostilidad, como si los cañonazos no los disparase solo Soplón, sino una parte del 6 y el 7. Con mucho ruido, con las venas cada vez más hinchadas, con la atmósfera tan caldeada que el resto de la plaza, al unísono, se alzó contra ellos al grito de un «¡fuera, fuera!» de elevados decibelios. Curiosamente, el percance sobrevino cuando Roca toreaba con abrumador asiento, en una tanda diestra de zapatillas de plomo y de superior gobierno, pero en el remate de pecho Soplón lo cazó con su violencia cinqueña recién cumplida. Nada por alto quería esta prenda, que se había arrancado como un obús al caballo de Sergio Molina, que aguantó toreramente. Luego hubo cierto desorden y comenzó a hervir la división antes del brindis. De rodillas se echó en la arena. Por delante y por detrás. A esas alturas nadie dudaba de que allí se viviría un encuentro a sangre y fuego, de toma y daca. Mando y dominio exigía el de Fuente Ymbro. Y así fue la apuesta del Cóndor, con el compás abierto, con el toque y la muleta poderosa, con el aguante de las miradas de Soplón, que en nada se parecía al que indultó Finito del mismo nombre. No tardarían mucho en recriminarle la colocación los mismos que luego lamentaban no poder verlo en el segundo de su lote. Se prendían las luces de los focos y la mecha de la gresca aumentaba. Eran las siete menos diez cuando Roca Rey regresaba a la vida. Para contarlo en primera persona. Dividida entonces en dos bandos la Monumental, Roca se perfiló para matar: pinchó, pero igual dio. La oreja iba herrada en su verdad de torero y también como bofetada a quienes lo increparon. Con el trofeo conquistado en aquella guerra, emprendió por su propio pie el camino de la enfermería. Como desnortado, como grogui, cojeando ostensiblemente. ¡Qué paliza!Feria de Otoño Monumental de las Ventas. Domingo, 6 de octubre de 2024. Sexta y última corrida. Cartel de ‘No hay billetes’. Toros de Fuente Ymbro, tremendamente serios y musculados, duros, con peligro, muy exigentes y complicados. Paco Ureña, de rosa y oro: estocada defectuosa y dos descabellos (ovación tras aviso); estocada caída (saludos). Andrés Roca Rey, de caldero y oro: pinchazo y estocada (oreja tras dos avisos); pinchazo y estocada baja (ovación de despedida). Víctor Hernández, de blanco y oro: estocada tendida (oreja tras aviso); metisaca, pinchazo y estocada (saludos).Nunca más saldría del hule, donde tendrían que operarlo con anestesia general. Allí llegó después Diego Valladar en una tarde en la que se sucedieron los milagros. Mano a mano se quedaron en el ruedo Paco Ureña, con su entrega descarnada, y Víctor Hernández, que ofreció una imagen de formidable serenidad, buen toreo y un valor para competir en los circuitos grandes. Y no frente a cualquier conjunto: anda que se alivió la máxima figura, porque ojo a cómo fue el que le quedaba en chiqueros… Serísima la corrida de Fuente Ymbro, más propia de Pamplona, muy dura y con tremendas complicaciones, con toros orientados y con un peligro que recordó a las alimañas de la A que coronará la temporada.