Al dictado de los malos
Al final, vamos a terminar echando de menos la impericia ágrafa y grotesca de Irene Montero pues siendo grave su estropicio legislativo –con especial afectación a la moral de tropa ( miles de violadores vieron rebajada su pena con la ley de ‘sólo sí es sí)–, al menos no humillaba al Estado y lo ponía genuflexo ante quienes persiguen su eliminación. Decimos que vamos a terminar echando de menos la zarrapastrosa técnica legislativa de la ilustre vecina de Galapagar porque lo de Grande-Marlaska obedeciendo a Bildu en la reforma de la ley de Seguridad Ciudadana anuncia el crepúsculo definitivo de la dignidad política de un personaje que hace tiempo parece haber extraviado cualquier sentido de la responsabilidad que debiera acompañar a la alta magistratura que ocupa. El proceder del ministro del Interior radiografía, no obstante, la principal potencia del movimiento que quedó descrita en el ‘Manual de resistencia’ –el ‘Mein Kampf’ del sanchismo– que barniza de mesianismo su obra política a base de brochazos de progresía después de decapar cualquier vestigio de dignidad del Estado.Si ya resultó humillante que los proetarras redactaran al alimón con el ministro plenipotenciario (Bolaños I, de todas las yeserías) lo que habría de ser la Memoria Democrática de España , dejar la seguridad de los ciudadanos en manos del ‘comando’ político de una banda terrorista es el ‘rien ne va plus’ de la ruindad política, el epítome de rendición ante los malos. Lo de Aizpurua dictándole al superministro («toma nota Bolaños y con buena letra, eh…») lo que es o no democrático en España no tuvo pase, si bien esa reescritura de la historia tiene unos efectos legislativos, aunque nefastos, limitados en el tiempo. Pero la imagen de ahora de Marlaska con los pantalones por los tobillos ante Bildu afecta directamente al día a día de la seguridad de los ciudadanos y asesta un bofetón con la mano abierta a los miles de policías y guardias civiles que la procuran.En realidad y si se analizan con atención una y otra ley (ambas bastante zarrapastrosas) están conectadas entre sí, pues la de Seguridad Ciudadana pone obstáculos a la presunción de veracidad de los agentes y la de Memoria Democrática es una trola tras otra sobre lo ocurrido desde el franquismo hasta nuestros días. Este asunto conecta directamente con otra de las tradicionales potencias del sanchismo, que es su apasionado romance con la mentira siendo el embuste uno de los principales nutrientes del movimiento.El momento deprimente que vive España en lo referido a la ética democrática quedó definido desde que un forajido, Puigdemont, redactó de su puño y letra desde su guarida en Waterloo la ley de Amnistía que borraba todos sus delitos, sepultando así la dignidad de un Estado sometido a las urgencias del marido de Begoña Gómez por sobrevivir políticamente a su estropicio. Y desde entonces, casi todo ha ido a peor.