Víctor Bravo, endocrino: «Nos gusta decir que la nutrición es el 80%, pero hay un grave problema de sedentarismo»
La historia de este malagueño puede parecerse a la de otras personas. En su infancia tuvo sobrepeso y, cuando se propuso solucionarlo, hizo aquello que muchos creen que funciona: hartarse a abdominales y comer lechuga. Como él mismo explica, el descubrimiento del entrenamiento de fuerza marcó un antes y un después, fue lo que verdaderamente le ayudó a cambiar su mentalidad en base al ejercicio y a la nutrición.Víctor Bravo ( @doctorvictorbravo ) hoy en día ejerce como endocrino y, tras ver a cientos de personas y comprobar que no cambian por ir a una consulta con el médico una vez cada 6 meses, decidió crear la Academia de Diabetes Online, un programa hecho a medida para pacientes con diabetes que necesitan perder peso, pero no a cualquier precio, sino aprendiendo a comer, disfrutando de la comida y del ejercicio. Todo un reto en una sociedad que busca lo más cómodo e inmediato. Hablamos con él de sobrepeso, enfermedad y las polémicas inyecciones para suprimir el apetito que tan de moda se han puesto entre famosos y no tan famosos. Esto es lo que nos contó: Puede parecer una pregunta muy básica, pero ¿en qué momento hay que acudir a un endocrino si nos preocupan nuestros kilos de más?Cuando hablamos del elenco de enfermedades derivadas del sobrepeso y la obesidad, a día de hoy, poco más te va a decir el endocrino que no lo haya hecho ya tu médico de cabecera, o cualquier otro médico. La salvedad es que los endocrinos manejamos más los fármacos contra la obesidad, los análogos del GLP1, los famosos Ozempic, Wegovy o Mounjaro, de los que algunas personas se pueden beneficiar aunque otras no tanto; y por otro lado también hablaríamos de las cirugías bariátricas, las de reducción de estómago.Los casos en los que el endocrino pueda decirte algo diferente a la hora de perder peso son pocos. Quizás haya algunos pacientes más extremos, o que tu obesidad se deba a una causa hormonal por sobreproducción de cortisol, pero eso no es que sea raro, sino lo siguiente a raro. Hoy en día es fácil escuchar a alguien explicando que el médico le ha diagnosticado que tiene hígado graso, o pre diabetes sin que parezca que se alarma demasiado ¿Debemos ser más conscientes de lo que esto implica?El hígado graso, la pre diabetes, la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial, la dislipidemia son al final todo un conjunto de cuestiones relacionadas con el síndrome metabólico, que tienen la particularidad de que no duelen, no pican, no escuecen, no molestan en definitiva; el paciente dice sentirse bien, aunque a mí me gusta subrayar que se ha acostumbrado a estar mal. Si un 60% de la población sufre alguna de estas patologías acabamos normalizándolo, pero que algo sea frecuente no quiere decir que sea normal, y algo que no acaba con una visita a urgencias deriva en que lo enmascaremos con esa sensación de que ‘ya se comerá el marrón mi yo del futuro’.«Algo que no acaba con una visita a urgencias deriva en que lo enmascaremos con esa sensación de que ‘ya se comerá el marrón mi yo del futuro’». Víctor Bravo Endocrino fundador de la Academia de diabetes onlineTendríamos que alarmarnos mucho ante estos diagnósticos, si dejamos progresar a un hígado graso pues puede acabar en una cirrosis hepática que, a su vez, puede derivar en un cáncer de hígado, por ejemplo. La cirrosis la gente se piensa que ocurre por beber alcohol, pero podemos llegar a una cirrosis del hígado por la grasa acumulada e inflamada con el tiempo. Todo puede progresar, igual que la diabetes. El hígado graso es el primo hermano de la diabetes tipo 2, muchas personas que la tienen también padecen de hígado graso. ¿Cómo se explica esa relación?La diabetes tipo 2 es una enfermedad que concurre con un cúmulo de grasa visceral crónica sostenido en el tiempo, puede ser en personas con obesidad o también en personas que no la tengan, pero cuya composición corporal sea de muy poca masa muscular y mucha grasa. Eso provoca un daño orgánico con el paso del tiempo. En estos contextos en los que hay demasiada grasa, el hígado se convierte en una especie de cañón que lanza bolas de grasa, porque el hígado quiere defenderse, el hígado no quiere almacenar grasa que donde debe estar es el tejido adiposo subcutáneo, el que está debajo de la piel, donde están los adipocitos. Cuando estos adipocitos ya no toleran más grasa ‘revientan’, sería algo así como cuando en un armario ya no cabe más ropa y empezamos a repartirla por toda la casa, incluso en sitios donde no es lógico que esté, pues el hígado graso está haciendo algo parecido enviando grasa a lugares donde no debería aparecer. El hígado no está preparado para almacenar grasa, sino para cumplir muchas funciones metabólicas como producir el colesterol, producir la bilis, los factores de coagulación, las proteínas en la sangre, un montón de funciones, tantas que si tienes un fallo hepático agudo te mueres, instantáneo, es fulminante. Siguiendo con esa analogía en la que convertimos al hígado en un cañón que dispara bolas de grasa, llega un momento en que esas bolas chocan contra un quitamiedos de la carretera, que en este caso son las arterias, y empezamos a generar placa de colesterol que conforme progresa pues interfiere en la circulación de la sangre, producen más retención de líquidos en el cuerpo, al paciente se le hinchan las piernas, va notando signos de enfermedad cardiovascular con pequeños dolores en el pecho, empieza a haber placa en el cuello y aumenta la posibilidad de sufrir un ictus, empiezan a doler las piernas… Se desencadena un círculo vicioso en el que todo se convierte en una fuente de enfermedad cardiovascular ateroesclerótica y si todo esto se deja avanzar acaba produciendo infartos, ictus, amputaciones de los miembros, pie diabético. No es para tomárselo a broma.Entre aquellas personas preocupadas por el sobrepeso parece en ocasiones que hay dos bandos, quienes culpan a los carbohidratos y quienes ponen el foco en el consumo de grasa. En un país como España, tal y como nos alimentamos en general ¿Dónde deberíamos mejorar?Tendemos a poner el foco en la comida. Nos encanta decir que el 80% es la nutrición, pero hay un problema grave de sedentarismo. Recordemos que el superávit calórico crónico es lo que nos va a llevar a un aumento excesivo de las reservas de grasa que, sostenido en el tiempo, acaba en enfermedad. Esto se puede producir comiendo más o menos grasa, más o menos hidratos el problema no está ahí. Somos sedentarios, se habla mucho de los diez mil pasos pero la gran mayoría de las personas no monitoriza su actividad física en el día a día, yo apostaría que si la mayoría llega a 5.000 hemos tenido suerte. Si fuéramos capaces de dar más de 7.000 al día estaríamos dando un paso de gigante.El ejercicio se percibe como algo que se hace si tengo tiempo, o para que lo haga la gente obsesionada con estar delgados, o con la estética en general, esta mala consideración afecta a la práctica del mismo a nivel general. Si vemos a una persona mayor enseguida le pedimos que descanse, que se esté quieto, si a alguien le duele la espalda, oye hay que dejar al pobrecito, que le molesta… Fragilizamos a la población. En tu academia defiendes una relación con la comida sin un control obsesivo ¿no?Nuestra comida debe ser saludable, lo que no está reñido con que de vez en cuando nos salgamos del plan, que es ahí donde entra en juego también la salud mental para poder mantener los buenos hábitos a largo plazo. Como le decía a un paciente hace poco, si para que me hagas diez mil pasos, entrenes fuerza tres veces a la semana y sigas la alimentación equilibrada que te ha hecho perder seis kilos, tengo que dejarte que tomes un chatito de vino en las comidas, pues oye, el cómputo total compensa porque gano mucho más de lo que pierdo aunque no estemos haciendo lo óptimo. Decir que algo es bueno o malo sin tener en cuenta el contexto de vida individual es donde está el error.Lo que está ocurriendo a día de hoy es una vergüenza en el sentido de que si eres una persona funcional, que puedes hacer vida normal, que puedes dar tus diez mil pasos, que puedes comer bien, que puedes entrenar, pues aunque tengas cierto grado de obesidad y no te veas bien, la falta de fuerza de voluntad hace que estemos muy tentados a tirar rápidamente de las inyecciones o de las operaciones, es decir, lo que sea más fácil con tal de no hacer los cambios de estilo de vida necesarios. En esos casos yo pienso que hay que ser más selectivos con la gente que metemos en quirófano o a las que damos una receta. En la gran mayoría de los casos, y te lo puedo garantizar por toda la gente que tratamos en mi centro, no son necesarias ni las inyecciones ni las cirugías. Yendo poco a poco y sin buscar la perfección se pueden lograr grandes resultados.Hablando de las inyecciones, se habla poco de qué ocurre después de utilizarlas. Parece que son milagrosas aunque tienen sus pegas ¿no es así? ¿Deberíamos alertar del efecto rebote?Eso está a la orden del día, personas que empiezan con Saxenda u Ozempic, alcanzan el objetivo que tengan, lo dejan y se produce un rebote que les lleva a su peso anterior y unos kilos de más todos de grasa pura porque han perdido masa muscular por el camino y se han llevado por delante la tasa metabólica basal.Los estudios que se han hecho con Ozempic o Wegobi afirman que se ha demostrado que el tratamiento debe ser crónico, realmente eso no es lo que demuestran, sino que o cambias el estilo de vida o estarás donde estabas, o peor, cuando dejes el medicamento. Si suprimes el apetito farmacológicamente en el momento en el que tu apetito vuelva a niveles normales y sigas comiendo como lo hacías y encima con una tasa metabólica más baja todo lo que ganes será en grasa y habrás tirado tu dinero, tu tiempo y tu energía por el retrete. Las inyecciones pueden funcionar en casos extremos que necesitan salir de esa situación, o personas con obesidad que están comprometidas de verdad con cambios en su estilo de vida. Lamentablemente el 99,9% de los casos son como lo que me ha pasado hoy, que vienen a pedir las inyecciones directamente, como el recurso fácil y rápido, y eso no funciona a largo plazo.