‘La impostura’, de Zadie Smith: su debut en la novela histórica
Siete años después de ‘Tiempos de swing’, Zadie Smith regresa a la novela y a las calles del noroeste de Londres, que en un giro imprevisto retroceden al pasado en ‘La impostura’, un relato sobre los conflictos sociales del Londres decimonónico que navega entre Gran Bretaña y Jamaica, la identidad y la máscara, la ficción y los hechos reales.Se trata de la primera novela histórica de una autora que llegó a explicar la década que pasó en los Estados Unidos como un intento de escapar del destino de todo escritor británico: embarcarse en una novela histórica. NOVELA ‘La impostura’ Autora Zadie Smith Editorial Salamandra Año 2024 Páginas 480 Precio 22,80 euros 5Lo cuenta en un artículo de ‘ The New Yorker’, entre las vicisitudes de un proyecto al que dedicó una década y que comenzó al dar con una historia que parecía hecha a su medida. Además de interpelarla por sus raíces británico-jamaicanas, el hecho de abordar asuntos que pese a la distancia temporal se ajustan al presente del que es objeto su literatura fue lo decisivo, según Smith, para superar sus prejuicios con el género. También para compensar el esfuerzo que se esconde tras una narración que entremezcla con tanta naturalidad como rigor datos reales y ficticios.Veinticinco años después su deslumbrante debut con ‘Dientes blancos’, la autora retoma los temas que desde entonces han caracterizado su narrativa. Lo hace con una madurez que sitúa su último título en lo más alto hasta la fecha de la producción de Smith, que lleva aquí a la máxima expresión su admiración por ‘Middlemarch’ como modelo literario. ‘La impostura’ es una interpretación personalísima de la obra maestra de George Eliot, que en estas páginas encuentra en Smith a su mejor sucesora. Ambientadas en el mismo periodo victoriano, el parentesco de estas novelas es en realidad su modernidad. En ambos casos apunta al estilo, siempre en torno a unos personajes rebosantes de vida. Un guiño autoparódico es la prueba definitiva de que el influjo de un libro sobre otro lejos de ocultarse se festeja.Retoma sus temas característicos y lo hace con una madurez que sitúa su último título en lo más altoEn esta historia coral hay un personaje que se impone al resto pese a su discreción, como la Dorothea Brooke de ‘Middlemarch’, que encuentra aquí su espejo en Eliza Touchet. Que ella será el centro sobre el que orbite todo lo sabe el lector desde las primeras páginas, nada más atravesar la puerta de la residencia familiar, en un arranque prodigioso que condensa la esencia del libro.Siguiendo siempre los pasos de la señora Touchet, se atraviesan tres décadas que alternan presente y pasado en capítulos breves y con una fluidez que disimula su compleja estructura narrativa. La anfitriona de esta historia es la vivaz ama de llaves de William Ainsworth, un destacado escritor, y primo político de Touchet. Su hogar se compone de cuatro hijas, una joven esposa y un solo tema de conversación: el célebre caso Tichborne, en el que un hombre que aseguró ser el desaparecido hijo del ‘baronet’ reclamaba su fortuna. Improbable como heredero, sus modales casaban mejor con los del vulgar carnicero que se creía que era en realidad. El demandante contaba sin embargo con el testimonio de un fiable excriado de la familia. Y sobre todo, gozaba de la simpatía popular. En un periodo de conquistas sociales, las clases trabajadoras lo convirtieron en un símbolo frente al poder establecido.CenáculosA diferencia de la novela de Eliot, todos los personajes de ‘La impostura’ existieron. Entre ellos Dickens, otro cliché de la novela histórica que Smith se prometió esquivar. Lo impidieron la omnipresencia del escritor en su propia época y su relación con Ainswoth, amigo íntimo y colega al que acabó eclipsando. Su rivalidad le sirve a la autora para satirizar otra careta: la falsedad del mundo literario y sus cenáculos.Smith compensa la inevitabilidad del padre de Oliver Twist con una broma privada al titular ‘¡Dickens ha muerto!’ el capítulo con el que compone un retrato tan veraz como jocoso del gran autor. Ainsworth lo supera en este caso por el lado de la parodia. Siempre su primera lectora, Touchet presenta a su primo como un grafómano autosatisfecho, con un estilo repleto de tópicos y parrafadas donde cuesta distinguir su literatura de las descripciones de un agente inmobiliario. Víctima del síndrome del impostor, Ainswoth sólo parece capaz de escribir bien cuando lo hace sobre una misteriosa amazona morena: su prima. Mordaz y reservada al tiempo, Touchet lleva su propia máscara. También amante de Ainsworth —a quien a veces, en la cama, llegó a meterle un trapo enrollado en la boca «porque intuía que le gustaba», y para que dejara de contarle la trama de su novela—, mantuvo un romance paralelo con la primera señora Ainsworth, conformando con ello un típico triángulo victoriano y un nuevo fingimiento al que alude la novela. Que la señora Touchet sea el prisma a través del que se observa todo hace que el lector comparta su mirada, a menudo crítica y socarrona, pero nunca cínica. La experiencia vital de este personaje inolvidable muestra el camino de la compasión al estilo ‘Middlemarch’, en una nueva prueba del protagonismo de Eliot en unas páginas que la celebran incluso como personaje.