Clara Obligado: «Borges me enseño a leer en los márgenes»

Clara Obligado (Buenos Aires, 1950) comenzó a escribir porque «necesité hacer un puente con el idioma». De eso hace ya casi 50 años. Llegó a Madrid en 1978 como exiliada política de la dictadura militar. Acababa de terminar la carrera de Literatura en su país y creía que «todo aquello que había perdido lo podía recuperar a través de la ficción». Hoy, con la perspectiva que le da el tiempo, piensa que ha sido «un buen sistema», pese a que cada vez que termina un libro cree que, esta vez sí, será el último: «Es cansadísimo y económicamente poco rentable», dice sobre su oficio. Aunque luego le dura poco ese pensamiento. «Creo que mi manera de pensar el mundo tiene que ver con la escritura», justifica. Hace unos días estuvo en Valladolid para participar en un club de lectura sobre su último libro, ‘Tres maneras de decir adiós ‘ (Páginas de Espuma, 2024) y aprovechamos para charlar con ella de esta obra y de cómo concibe el ejercicio de escribir.«Creo que la escritura se fragua no cuando escribes sino cuando corriges», sostiene quien fuera alumna del también poeta y escritor argentino Jorge Luis Borges. De él dice que aprendió a leer de otra manera y que es lo que intenta transmitir en los talleres de escritura y clubes de lectura en los que participa frecuentemente. «Borges era un escritor muy lector, muy cerca de lo que es un taller. Me enseñó a leer en los márgenes. Quizá es lo más importante que aprendí con él, que hay una literatura que es obvia, pero que también que hay que leer de costado. Es algo por lo que siempre le estaré agradecida».A Borges no lo menciona en el capítulo de agradecimientos de ‘Tres maneras de decir adiós’, pero sí a a Alice Munro, quien dice que la inspiró en sus inicios. El último libro de Clara Obligado La primera, viuda, se despide de su pareja. La segunda la protagoniza esta misma mujer, que es una escritora de 75 años que mantiene una relación con un hombre mayor. En la última, la protagonista es la nieta de la anterior, una joven de 20 años que vive un amor juvenil con un chico que no le conviene. Explica que escogió ese formato, de relatos largos relacionados entre sí, «porque tenía algo de novelístico». «En cada libro yo busco una propuesta distinta y trato de aprender a hacer algo que no sabía hacer. En este caso, un cuento de 50 páginas, que es algo que Poe recomendaba. Él decía que era la máxima extensión que podía tener un cuento para leerlo de una sentada y que tuviera un efecto completo».En todos sus libros hay un cuento que está relacionado con el mismo hecho de escribir, pero dice que no pretenden que sean autobiográficos: «Ser uno mismo es bastante aburrido». Aún así, en esta ocasión presta a una de las protagonistas una frase que ha salido de su boca en alguna ocasión: «He postergado lo de ser vieja hasta los 80». Sobre el envejecimiento cree la autora que «ahora empezamos a ser viejos de otra manera», dice. De hecho, insiste: «Yo no me siento así. Estoy totalmente activa, llena de proyectos… Es una etapa de la vida muy interesante, al menos como la estoy viviendo yo. Uno mismo decide en qué etapa de la vida está. Hay jóvenes que también son viejos».Noticia Relacionada reportaje Si El día en que Segovia escribió el capítulo que cambió la historia Henar Díaz Testigo de excepción del comienzo crucial del reinado de Isabel la Católica, la ciudad regresará la próxima semana al siglo XV para conmemorar y recrear su proclamación con un intenso programa de actividadesSobre los futuros proyectos, adelanta que está escribiendo un libro con el biólogo Raúl de Tapia que se llamará ‘Un árbol de compañía’, «muy parecido» a otros ensayos suyos -‘Una casa lejos de casa’ y ‘Todo lo que crece’-. Se trata, dice, de «una búsqueda de escritura común entre las ciencias y las humanidades» porque considera que «hace mucha falta romper esa barrera».Mientras, sigue dando talleres y participando de clubes de lectura como el que la trajo la pasada semana a Valladolid, citas que le aportan «muchas cosas». Lo primero, «entusiasmo vital porque hay una especie de tópico sobre que la gente no leer, no piensa, y cuando viajas te das cuenta de que no es verdad (…) En España hay grandes lectores, gente encantadora comprometida con la cultura que merece apoyo». Luego, también, porque «para mí es fuerza» y «siempre te encuentras con alguien que te dice algo que no habías pensado». Así que concluye: «Estos encuentros son pequeños regalos».

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