Del perdón como venganza
Desde marzo de 2019 el presidente mexicano Andrés López Obrador (AMLO) ha exigido en más de una ocasión que el Rey de España pida perdón «a los pueblos originarios por las violaciones de los derechos humanos» cometidas durante la conquista. Siempre he pensado que nadie ha impugnado mejor ese disparate que los propios historiadores y escritores mexicanos que le han enmendado la plana, pero como la falacia de marras ha vuelto a través de la presidenta electa Claudia Sheibaum, me atrevo a precisar ciertos puntos sobre el perdón en general y acerca de la exigencia de AMLO en particular.En ‘La condición humana’ (1958), Hannah Arendt dejó muy claro que «el descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret». Más tarde, Marta Nussbaum señaló dos variantes evangélicas en ‘La ira y el perdón’ (2014). En primer lugar, tendríamos el perdón transaccional, llamado así porque supone el arrepentimiento, como leemos en Lucas 17:3-4 («Si tu hermano pecare contra ti, repréndele, y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y si siete veces al día volviere a ti diciendo: me arrepiento, perdónale»). Y a continuación el perdón incondicional, que nos insta a perdonar a quienes nos hagan daño «incluso si no hacen gesto alguno de contrición», tal como pidió Cristo en la cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Mateo, 26:28). Sin embargo, según Nussbaum el perdón incondicional se dirige siempre hacia el pasado, no supone enmiendas futuras y «rara vez está libre de algún tipo de deseo de venganza», porque cuando alguien exige ese tipo de perdón «desea obtener una ventaja moral en el proceso del perdón mismo y humillar al infractor», aunque la clave aquí radica en que, desde el instante en que «uno se establece como alguien moralmente superior a otro, se afirma efectivamente que la venganza era una meta legítima».He querido hacer esta larga introducción, para poder afirmar que AMLO se arroga la representación de los pueblos originarios para atribuirse una falaz superioridad moral. Asimismo, exige que el Rey pida perdón para impostar una liberalidad interesada y así conceder —en nombre de las víctimas del siglo XVI— un perdón incondicional de repercusiones globales, que lo haga quedar como Cristo en la cruz («Padre, perdona a los conquistadores españoles, porque no sabían lo que hacían»). Por lo tanto, estamos ante una venganza indisimulada, pues ni AMLO sufrió en carne propia los estragos que denuncia ni el Rey Felipe VI tuvo responsabilidad alguna en la conquista del territorio que hoy forma parte de la república de México.Y el México actual, ¿tiene más en común con los dominios aztecas o con el virreinato? Teniendo en cuenta que España dejó en poder de México los territorios de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y parte de Colorado y Wyoming —todos vendidos, arrebatados o cedidos a los Estados Unidos— ¿Por qué Sheinbaum no exige que Donald Trump o Kamala Harris también le pidan perdón? Ahí se rajaron.