Pedro Sánchez, del desplante de Hathaway a los brazos de Almodóvar sin pasar por el Congreso

Que Pedro Sánchez es un presidente especialmente implicado en el escaparate internacional parece, seis años después de su llegada a La Moncloa, fuera de toda duda. Y de ese amplio escaparate, el que anualmente tiene lugar en Nueva York , con motivo de la Asamblea General de la ONU, que ha celebrado su edición número 79, es sin duda uno de los más golosos para un jefe de gobierno, si no el que más. En la ciudad que el jefe del Ejecutivo abandonó el miércoles por la noche, después de intervenir en el plenario de Naciones Unidas, y justo para llegar a tiempo de asistir a la entrega del Premio Donostia en el Festival de San Sebastián a Pedro Almodóvar, se han dado cita los principales líderes mundiales. Y allí el presidente español ha tratado de vivir por unos días ajeno a los serios problemas que tiene para mantener la legislatura a flote en Madrid. Con tres de esos líderes, el presidente de Brasil, Luis Inacio Lula da Silva, el de Canadá, Justin Trudeau y el canciller alemán, su correligionario Olaf Scholz, mantuvo un almuerzo de trabajo nada más llegar a la Gran Manzana, el pasado lunes. Salvo Lula, que vive su segunda etapa al frente de Brasil y que aparece muy consolidado en el poder, en lo que supone toda una resurrección política, con sus otros dos homólogos pudo compartir las dificultades y sinsabores que sus respectivos asuntos domésticos. Scholz, otro de los socialdemócratas con asiento en el Consejo Europeo, llegaba con el susto en el cuerpo de las elecciones regionales en Brandeburgo, donde por apenas un punto porcentual el SPD logró la victoria y mantener el gobierno en ese land frente a la pujante derecha radical de Alternativa por Alemania. Trudeau tampoco vive su mejor momento, al haberle retirado recientemente su apoyo su socio, el Nuevo Partido Democrático. Las dificultades domésticas de Sánchez no van a la zaga y pocas horas después de ese almuerzo volvieron a quedar en evidencia, cuando el Gobierno, tal y como adelantó el martes la Cadena SER, decidió retirar la votación de la senda de déficit prevista para el jueves, ante la falta de apoyo de Junts per Catalunya , que ya la tumbó antes del verano, dejando en vía muerta el camino hacia los Presupuestos Generales del Estado.Noticia Relacionada estandar Si García-Page vota en contra de una moción que pedía al Gobierno paralizar el cupo catalán pactado con ERC Emilio V. Escudero El PSOE sí que aprobó una iniciativa propia en la que pide al Ejecutivo un fondo para comunidades infrafinanciadas hasta que haya un nuevo modeloA partir de ese momento, la balanza entre Madrid y Nueva York, en términos de atención mediática, se inclinó claramente hacia la capital de España. Poco importaba que en un foro organizado por el Grupo Prisa el presidente presumiese de que España vive, dijo, uno de sus «mejores momentos en décadas» ; que compartiera, de nuevo con Lula, un diálogo sobre las amenazas para la democracia -el momento de toda la visita en el que pudo sacar a colación su proclamado plan de regeneración con medidas para controlar la propiedad de los medios de comunicación y la publicidad institucional que reciben- o que, ya a última hora de su segundo día de viaje, la iniciativa ‘He for She’ de ONU Mujeres le distinguiese en una cena de gala por su décimo aniversario como «campeón de la igualdad». La agenda se truncó también cuando la esperada presencia en esa gala de la estrella de Hollywood Anne Hathaway se suspendió a última hora por problemas familiares que le impidieron tomar un avión desde Los Ángeles. La gala siguió adelante, pero el foco de la misma había decaído notablemente. En realidad, se trataba de una distinción otorgada a España por sus políticas de la última década, que abarcan más tiempo que los mandatos de Sánchez. Tampoco su entrevista en la cadena CNN con la mítica presentadora Christiane Amanpour, una cita casi ya ritual de sus visitas anuales a Nueva York, salió como podía esperarse. Sánchez, con el manejo fluido del inglés que le ha servido para atacar a Alberto Núñez Feijóo por no hablar ese idioma, se desenvolvió bien cuando las preguntas versaron sobre los conflictos bélicos que asolan el mundo, donde reiteró por enésima vez que su Gobierno defiende el derecho internacional humanitario tanto en Ucrania como en Gaza. Pero cuando la presentadora norteamericana le acorraló por lo relativo a Venezuela, un asunto de amplio consenso en Estados Unidos en contra del régimen chavista, se vio a un Sánchez más dubitativo que en otras ocasiones, rozando el balbuceo. Amanpour comenzó recordándole que su Gobierno no había reconocido a Edmundo González como presidente electo de Venezuela pese a que así lo ha pedido el Congreso, y cuando la respuesta se alargaba la veterana periodista trató de embridarle con preguntas más concretas. «¿Qué significa eso?», le preguntó cuando Sánchez habló de «transparencia» . Trató de seguir con su hilo argumental, pero Amanpour, con las tablas que dan décadas entrevistando a líderes de todo el mundo, siguió impidiendo que la respuesta fuese demasiado vaga o ambigua, o demasiado naif sobre la posibilidad de que Nicolás Maduro acceda a una verificación de los resultados electorales. El gesto torcido de algún miembro de la delegación española durante la emisión de la entrevista indicaba que no había ido precisamente bien. Del Rey Jordano a la FIFASánchez mantuvo varios encuentros bilaterales de relevancia, entre otros con el Rey Abdullah de Jordania, con el presidente del Banco Mundial, Ajay Banga, o con el de la FIFA, Gianni Infantino, para hablar del Mundial de 2030 que España organiza junto a Portugal y Marruecos. Y también con el primer ministro de Líbano, Najib Mikati, poco antes de alertar en el plenario de la Asamblea General de una «escalada de la máxima gravedad» tras la ofensiva de Israel. Su semana neoyorquina volvió a demostrar su hiperactividad en materia exterior e incluso su buen cartel fuera de España, pero no pudo aplacar los problemas de un mandato que comienza a ser agónico. Puede que no le pasase inadvertido el consejo de Joe Biden en su último discurso en la ONU, un día antes que el suyo, que supuso el momento más emotivo de la Asamblea. «Queridos líderes, nunca lo olvidemos: algunas cosas son más importantes que permanecer en el poder», dijo el presidente americano. O puede que sí.

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